Los colectivos LGTBI están dirigidos por gente de izquierdas. Y es normal. Pero exigir que la militancia o la simpatía con la libertad sexual solo se pueda realizar desde partidos de esa concreta ideología supone la potencial expulsión forzosa de media sociedad. Las protestas contra la presencia de Ciudadanos en la Marcha del Orgullo, en Madrid, son una muestra de intolerancia, torpeza y sectarismo. Primero porque el rechazo se justifica en acuerdos políticos con Vox, cuando es patente que Ciudadanos abomina de los de Abascal. Y segundo, porque aplicando la misma regla de medir, los partidos que devienen del terrorismo etarra están contaminados por estigmas mucho más sangrientos. La democracia se alimenta con la tolerancia. El peor pecado del colectivo LGTBI puede ser precisamente un exceso de orgullo. Pasar de ser perseguidos y estigmatizados a hacerlo tú con los demás es un tránsito muy español, pero muy injusto.