Cuando nos vamos de vacaciones, aunque sean unos días, siempre hay alguien que nos quiere y que nos dice: "desconecta". Y al finalizar esos días, la mayoría de nosotros no hemos desconectado en absoluto. El culpable directo es el móvil. Si más. Si pudiéramos irnos de vacaciones a Nueva York o Tailandia con el móvil encima, recibiríamos un buen puñado de llamadas que no nos dejarían evadirnos de la realidad cotidiana. Que nos mantendrían pegados al día a día: trabajo, familia, amigos?, da igual, sería como si no nos hubiésemos ido, porque lo que necesita una buena desconexión, además del cuerpo, es la cabeza. Antes, no hace muchos años, salíamos sin móvil, y al regresar al hotel o al apartamento, nos decían en recepción quien había llamado. Y no pasaba nada. Y somos nosotros los que nos ponemos fatalistas llevando el teléfono ante la posibilidad de que pase algo horrible, que no va a ocurrir, y que si sucede no podríamos abortado de ninguna manera.

Lo que ocurre es que en el móvil llevamos media vida, y entre otras cosas nos da hasta miedo dejarla atrás. Hasta ese punto hemos llegado. Mire, usted se puede marchar al sur de la Isla, al norte o simplemente dormir en su casa y decidir dormir en su casa, que si desconecta el móvil, descansará más que si se va a las Maldivas con el aparato encendido. No es cuestión de dinero el relajarse, es cuestión de cabeza. Y si es incapaz de vivir sin móvil por preocupaciones extremas o dependencia del mismo: lléveselo y enciéndalo únicamente por la noche para hacer la ronda de llamadas oportunas. Olvídese de las redes, de los juegos y de mil tonterías que lo único que consiguen es robarle el tiempo. Viva, disfrute, descubra, lea, oiga música, piense: desconecte y olvídese del móvil. Verá qué gozada.".

@JC_Alberto