En el año 2008 el gobierno de Canarias otorgó el Premio en Patrimonio Histórico e Investigación a este ilustre hijo de El Hierro, al que según los críticos se le considera la máxima autoridad en pintura flamenca, que desde su cargo de Conservador del Museo del Prado lo sabía y sabe todo sobre Ruben, Van Dyck, Rembrandt y todos sus coetáneos.

El prestigio de Matías está justificado en más de 300 descubrimientos, considerándolo el especialista de arte del siglo XVII más importante del mundo, además de pertenecer a instituciones de alto calado cientifico-artistico-cultural, desde el Centro de Investigaciones Científicas hasta la Junta de Valoración, Calificación y Exportación de bienes del Patrimonio histórico español.

Necesitaría mucho espacio para describir los innumerables descubrimientos que ha hecho, los libros que ha escrito sobre su especialidad, pero quiero bajar al escenario de la anécdota donde nos encontraremos, seguramente.

Matías nació en El Hierro en 1935 y somos parientes, puesto que su padre Matías y mi madre eran primos . Y si bien somos de una generación distinta, sí que hemos coincidido en algún que otro encuentro.

El primero de ellos fue en casa de nuestra tía Julia, en Madrid, donde se hospedaba y yo pasaba camino de Cuenca a visitar a mi hermano, médico por aquellos lares, y como era buen discutidor y yo estaba en el mismo camino nos enrollamos un par de horas, no sobre lo que uno y otro sabia, Historia del Arte y Medicina . Pero sí hablamos y hablamos de cuestiones donde nos encontramos en las palabras, puesto que había pertenecido a aquella legendaria "iglesia cubana" de Las Palmas que junto a Manuel Bello y otros agruparon un elenco juvenil contestatario y de una enjundia intelectual consolidada, mientras que por mi parte hacía mis pinitos dialécticos en la isla de El Hierro y en Granada, donde a través de las lecturas iba conformando una personalidad universitaria más o menos adecuada a los tiempos.

La influencia intelectual de Matías nos llegó a Granada por medio de Manuel Bello, que estudiaba Farmacia, y en unas reuniones más o menos desenfadadas empezó a brotar en nosotros una cierta semilla nacionalista que fue germinando en aquellas charlas culturales domingueras en la calle Elvira, donde se nos había puesto el punto de mira, lo que motivó que radio Moscú nos considerara como una célula independentista, nada más allá de la realidad, pero sí que aquellas jornadas fueron lo que motivaron la conformación de un Hogar Canario en la ciudad andaluza.

No hemos coincidido más que en esas dos ocasiones; su familia residía en Las Palmas y la mía en El Hierro; y cuando se le entregó el premio antes mencionado yo estaba en aquel acto como miembro del Gobierno de Canarias y nos saludamos, aunque bien poco pudimos hablar porque verdaderamente Matías, más que otra cosa, estaba cargado de emociones más que de recuerdos.

Lo cierto es que dada la alta relevancia intelectual de su figura y siendo uno de los hijos preclaros de El Hierro, ahora cuando los años han pasado y están depositados en la memoria viva de la isla, a Matías Díaz, al que se han reconocido sus innumerables valores intelectuales e investigadores por gran parte del mundo, su isla natal no puede quedarse atrás, por lo que opino que aún se está a tiempo para que las autoridades herreñas y sus paisanos, de alguna manera, le muestren también un debido reconocimiento. Seguro que le daremos una alegría.