Nació en un barrio pobre, pero nunca fue impedimento para formarse en el noble arte de las letras y disfrutar de la pasión que cautivó a Cervantes y a Neruda. Con tan solo 12 años era consciente de la ingeniería financiera de una prole que llegaba con poco más de mil euros al mes. Siempre estaba el gran sustentador, su abuelo Jorge, que ejercía de Thor frente a la adversidad que suponía llenar la nevera con un poco de leche y algo de verduras. Abrir un inofensivo frigorífico era adentrarse en la cueva del oso, tan peligroso como necesario. Desde niño devoraba novelas, libros históricos y ensayos impropios para su edad, creando un sistema imaginario con el que superar la difícil tarea de plantar cara a la calamidad diaria de querer y no tener. Sus amigos del barrio se evadían jugando al fútbol, empezando a fumar o bajando a la playa con el deseo de recrearse como moradores de una isla desierta en medio del Atlántico. A lo último, a veces sucumbía, para lo anterior, prefería elegir la aventura de la literatura, más barata y seductora para el amigo de las letras. En este barrio de la capital tinerfeña, el paro, los porcentajes de riesgo de exclusión social y el desamparo institucional eran el claro ejemplo de un municipio fallido. Alejado del cariño que emana de los ayuntamientos, era el lugar prohibido para la cultura, continuando así con la tónica dominante de la centralización. Pero si hay algo que ilumina a los sectores más vulnerables es su dignidad e identidad comunitaria: "Si hoy no tienes, te lo doy; si mañana no tengo, me lo das". Para Juanito, existían dos formas de encarar la falta de recursos en su familia: lamentarse o navegar por los libros aprendiendo las peripecias de los personajes que conseguían ganar a las inclemencias vitales del momento. Mucha madurez en un crío que puso colorado hasta al presidente de la asociación de vecinos. "¿Tienen dinero para comprar una tele gigante donde ver el fútbol y no para un par de libros?", preguntaba. Juanito representa el efecto colateral de la crisis económica y los datos de marginación, porque "es de un barrio sin porvenir y no vale la pena aportar dinero para unos pocos que vete tú a saber cómo saldrán". Ese es el pensamiento soterrado de algunos dirigentes, que entienden que el vulnerable no tiene futuro, aunque lo disimulen con discursos populistas carentes de realidad y efectividad. Les da igual que en su barrio no existan bibliotecas ni el acceso a recursos básicos de formación: "No da votos y solo lo utilizarán unos pocos; si quiere, que vaya a la biblioteca municipal". En su humilde morada de unos cuantos metros cuadrados, con el abuelo y cinco más, rememoraba la granja mordaz de Orwell para entender que sí es posible constituir un sistema de gobierno propio sin caer en la tiranía: todo se hacía más ameno para entender los estados de ánimo de seis clientes con sus alegrías y tristezas. Para los días donde la despensa no daba tregua, recordaba las penurias de Edmundo Dantés recluido injustamente en el Castillo de If. Juanito sabía que Dumas y "El conde de Montecristo" son valiosas enseñanzas para épocas de poco alimento. Un momento complicado en el día a día suponía la llegada del patriarca, con el lastre de no encontrar un trabajo digno para mantener a su familia. El aprendiz de dramaturgo encendía la luz de su habitación y mentaba a aquellos escritores actuales de origen pobre que son hoy iconos de la novela del siglo XXI: "Llegaré a ser como JK Rowling. Si en el pasado tuvo que sobrevivir gracias a las ayudas sociales y crío a su hijo como madre soltera, nosotros también saldremos adelante. Ella escribió el universo mágico de Harry Potter; yo constituiré un mundo fantástico donde todos tengan trabajo y ningún niño se quede sin comer". Juanito no entendía la razón por la cual en su barrio sí existían cuatro casas de apuestas y ninguna biblioteca o un lugar donde consultar libros más allá de periódicos y un par de obras sin catalogar. Ante lo que consideraba una desidia, tomó la decisión de escribir una carta al concejal de turno con la métrica efectiva de un pequeño párrafo que resumía sus requerimientos: "Estimado responsable público, aunque no vaya usted a prestarle más atención a esta misiva, como ciudadano, futuro contribuyente y escritor de las causas justas, quiero pedirle encarecidamente que cuando pase por mi barrio se baje del coche oficial, mire a su alrededor y memorice esta cita que a continuación le regalo: Los políticos tienen que dedicar cada vez más tiempo a la cultura, a la lectura y a los valores ciudadanos. En lugar de directivos, deben ser cultivadores y contadores de cuentos para ganarse las mentes, no solo la de los ricos, sino también la de los pobres. Canarias cerró 2018 con el segundo índice de lectura más bajo de España, al computar un 56,7% que superó solo al de Extremadura, del 52,2%, según un estudio publicado por la Federación de Gremios de Editores de España. El informe, dado a conocer por las agencias, detallaba que el Archipiélago se mantuvo en ese penúltimo puesto a pesar de que su índice creció ligeramente respecto a 2017, cuando era del 56,4%. Juanito es solo un ejemplo de aquellos protagonistas escondidos que ven mermadas sus capacidades por falta de cariño institucional, sobre todo cuando hablamos de familias humildes. Por lo menos, el niño se llevó una gran alegría al enterarse de las gestiones para que se pongan en marcha los comedores escolares de verano en la capital.

@luisfeblesc