Gustavo Matos, presidente de la Cámara canaria, asegura haber constatado que Ángel Víctor Torres dispone de los votos suficientes para ser investido. Se trata de una declaración formal sobre una obviedad: porque para constatar lo que Matos ha constatado sólo hace falta saber sumar (o en su defecto leer), aunque Matos se haya tomado además la molestia de reunirse con cada uno de los portavoces y portavozas de los grupos (según el neologismo nuevamente puesto de moda por el presidente), para escuchar sus propuestas. Es una costumbre arcana, la de reunirse con los portavoces, y poner cara de que lo que dicen es importante, cuando desde hace exactamente dos semanas se sabe que Torres cuenta con 37 votos, uno más de los que necesita.

Pero el Parlamento es la casa de las formalidades, formalidades que en algunos casos se regodean en lo protocolario: un día para que sus señorías tomen posesión, otro para inaugurar la legislatura, otro para el debate de investidura? No me dirán ustedes que no sería más práctico y más barato hacer las tres cosas -tomar posesión, inaugurar la legislatura y votar al presidente del Gobierno- el mismo día. Pero no, tres sesiones parlamentarias, tres por setenta dietas, más de cincuenta diputados saltando por tres veces de isla en isla con todos los gastos pagados, y total para formalizar una elección que los jefes de los partidos tienen ya decidida hace dos semanas. Pero es que en el Parlamento se hace todo de forma muy parsimoniosa, porque es la casa de las leyes, y la tradición parlamentaria establece que las leyes deben dejarse reposar para que salgan bien, como si fueran una buena paella.

Otros ritos y prosopias de la tradición legislativa son el debate de investidura -un debate en el que todas sus señorías se traen el discurso escrito de casa, tanto el candidato a presidente como quienes le apoyan y los que le contradicen y cuyo resultado suele estar más que cantado de antemano-, o el anuncio recurrente de la oposición de que se concederá a sí misma cien días de carencia antes de empezar a ejercer. No hay previa parlamentaria en que las señorías de la bancada opuesta al Gobierno no nos recuerden sus cien días de vacaciones por cortesía, y su voluntad de diálogo. Paparuchas formales: si la investidura concluye el próximo viernes, día 12, tal y como está previsto, podrán ver que la bronca empieza el primer día no festivo de la semana siguiente.

Esta legislatura trae además de formalidades la reiteración de algún clásicos. El más llamativo, la práctica de abandonar el primero el barco que naufraga, que los antiguos atribuían a cierto tipo de roedores singularmente pestíferos. Me refiero a la precipitación del diputado mayor (perdón, quise decir del más viejo), después de ejercer durante cuatro años de tiralevitas de Clavijo y al mismo tiempo de defensor de la esencias del nacionalismo más rancio: ahora se pasa con armas y equipo al nacionalismo de los nuevos, llevándose con él lo que queda del cadáver de Secundino, bien apretado bajo el sobaco. Los hay que no tienen ni el prurito de concederse a sí mismos un tiempito para el disimulo? lo dicho: un clásico de siempre, desde que Iscariote inventó el formato.