Aprovechando la suerte que tengo de publicar en este medio con mi columna todos los jueves, me gustaría manifestar el malestar e impotencia que llevo sintiendo desde que la semana pasada leí en prensa unos comentarios del abogado que defiende a los que se conocen, o se hacen llamar, como "la manada". El alegato de este caballero como defensa a los cinco condenados por violación, era que la víctima si quería hacerlo porque, según él, (y aquí van las dos perlitas que lanzó sin ponerse rojo): "no hay dolor a pesar de que mantuvo relaciones sexuales anales" y que "Para que sea no, hay que decir no". ¡Madre mía! A ver si nos enteramos que sometimiento no significa consentimiento. Habría que ver a este caballero rodeado de 5 hombres a ver si dice "no" o elige salvar su vida.

Entiendo que la función de un abogado sea defender lo indefendible. Es un derecho ser defendido y un buen abogado debe defender a su cliente como si fuera inocente, pero también creo que hay una línea muy fina que ningún profesional debemos sobrepasar porque el hacerlo no solo dice mucho del tipo de persona que uno es, sino también nos define como profesionales. Esta fina línea es la ética y la moral. ¡No todo vale!, o por lo menos no todo debería valer. Desde el momento que tienes que tirar del insulto, de la humillación o de burradas como las que dice este hombre para defender unas ideas, creencias o clientes, pierdes toda la profesionalidad del mundo (desde mi punto de vista).

Esto me hace pensar que vivimos en una sociedad donde parece que "todo vale". Por esta regla de tres, si una persona quiere ascender en el trabajo tiene totalmente justificado que "juegue sucio" poniendo zancadillas y haciéndole la vida imposible a sus compañeros ¿no? En realidad quiere ganar un puesto y está compitiendo por conseguirlo. ¡Que miedo un mundo así!

Somos muchos los que divulgamos la importancia de inculcar valores a los más pequeños pero ojo, si tomas consciencia de no tenerlos y hace tiempo que dejaste de ser niño, que sepas que a cualquier edad puedes aprender a tenemos y a actuar en función a estos siempre y cuando haya predisposición de cambio. No hay excusas.

Me parece nefasto que a este hombre por ser abogado se le permita soltar por la boca semejantes sandeces. Está bien que luche por defender a sus clientes pero no a costa de todo.

Desde un principio a quien se ha juzgado ha sido a la víctima. Le ponen un detective y se juzga la vida que tiene después de los hechos. ¡Por favor!, una de las partes que el psicólogo debe trabajar con la víctima en un caso como este, es ir poco a poco normalizando su vida. ¿Se tiene que cortar las venas para que la tomen más en serio? Y cuando parece que todo acaba y que por fin sale sentencia, este hombre suelta sus perlas, porque como había sido poco, pues vamos a poner la guinda al pastel.

Todo profesional, si nos olvidamos de la ética y moral, en algún momento seguramente que hubiéramos podido recibir beneficios. Está claro que todo es cuestión de educación y principios.

Me encantaría saber si este hombre realmente piensa así o forma parte de su trabajo, donde ganar está por encima de todo.

Nuestras palabras tienen el poder de crear y también el poder de destruir. No somos conscientes del daño a nivel psicológico que podemos causar en otros tan solo con lo que soltamos por la boca. Todos podemos hacer daño sin necesidad de agredir físicamente. Incluso, la mayoría de nosotros lo habremos hecho alguna vez sin intención de hacerlo, y lo aconsejable es que una vez nos demos cuenta, intentemos reparar los daños en la medida de nuestras posibilidades. Solo quien no tiene ética, moral, educación y sobretodo falta de empatía, puede llegar a decir perlitas como las que este señor ha dicho sin ponerse rojo y reafirmarse ante las numerosísimas críticas que ha recibido.

Efectivamente, cada uno lleva a cabo su trabajo como quiere o como mejor puede, pero no nos olvidemos que antes de profesionales somos personas.

www.tamaradelarosapsicologa.es