El enamoramiento amontona deseos, sostiene disputas con el intelecto y dictamina razones cada cinco segundos. ¿Tienes ganas de deshacer el ovillo de la razón? Procede a dárselo a un pequeño gato que merodea por el interior, se llama instinto.

De las ruinas de las disputas amorosas, nacen nuevas razones, unas son causa y otras olvido. Anoche, sentada en una terraza, sentí la llamada de la experiencia y empecé a calcular probabilidades. Veamos, el silencio tiene sus riesgos, en ocasiones es proyecto místico, otras es la agonía del interés y la mayoría de las veces es aburrimiento... Se pondera el mérito de la compañía, sin observar atentamente la torpe mirada del pasotismo. ¡Una noche de verano, en silencio, sin pasión, sin besos, sin diálogo! Los visos de probabilidad de continuar juntos, dependerá de la provechosa reflexión, el próximo verano muchos enamoramientos serán recuerdo y nuevamente el enamoramiento verá en el tiempo su adversario.

La ilusión mira con los ojos de la imaginación, camina desenvuelta y harta de los presentes desgastados crea futuros.

El principio de una ilusión lo sabemos, la bella dama nunca nos niega favores. Siempre nos brinda la ocasión de estar juntos... En cada ilusión hay un deseo íntimo; ilusionarse es autorizar al tiempo a dar rienda suelta en un plano no conquistado... Al llegar la noche sueños e ilusiones copulan en la misma alcoba, los cuerpos reposan en silencio y la mente se pone a gritar. Es preciso profundizar con respeto en el mundo de las ilusiones, no lo sabemos, pero ellas tienen la capacidad de despojarnos del despotismo del ego y mostrarnos el camino del deseo, la carencia y la añoranza.

Es menester recuperar la ilusión, entre la tristeza adolece la vida, el presente es tan austero que al ser vivido nos recorta tiempo. Al futuro le gusta oír narraciones de amor, saborear el gusto del porvenir, contemplar el semblante de la lucha y la entrega de la necesidad.