El término posverdad (post-truth) fue elegido como palabra del año por el Diccionario Oxford en 2016 y hoy sigue estando de máxima actualidad. La Real Academia Española la incluyó en el Diccionario un año después y la define como sigue: "Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales". De la definición de la RAE se desprende que la posverdad va más allá de la simple mentira, pues razones para mentir puede haber muchas y de distinta índole, de modo que, si bien toda posverdad es una mentira, siquiera a medias, no toda mentira es una posverdad. La naturaleza de la posverdad, además, la vincula a otra expresión muy en boga en los últimos tiempos: fake news o noticias falsas. Mentiras ha habido siempre, pero para que haya fake news y posverdades es necesario un elevado grado de desarrollo de la comunicación social, como ocurre en la actualidad, cuando la mencionada comunicación social ya no es patrimonio exclusivo de los medios tradicionales, prensa, radio y televisión, sino que fluye por internet, especialmente a través de las redes sociales.

Y entre las distintas posverdades que nos invaden, hoy quiero llamar la atención sobre dos que tienen que ver en la educación en general y con la Evaluación del Bachillerato para el Acceso a la Universidad (EBAU) en particular. Desde hace algunos años, al llegar el mes de junio, el fantasma de la supuesta facilidad de la EBAU en Canarias recorre las redes y las portadas. Se trata de una posverdad en toda regla, pues además de su falsedad, la Conferencia de Rectores de Universidades de España (CRUE) ha señalado que no hay ningún estudio académico que avale tal afirmación, se difunde con la intención de desacreditar al alumnado de las Islas por obtener mayores calificaciones y ocupar plazas en carreras de difícil acceso fuera del Archipiélago, al tiempo que se pretende justificar la necesidad de una vuelta a la educación centralizada.

La segunda posverdad a la que me quiero referir tiene que ver con la supuesta superioridad de la educación privada sobre la pública. Y es que los datos empíricos no corroboran tan extendida opinión: de las seis mejores calificaciones de la EBAU en la Universidad de las Palmas de Gran Canaria este año, solo dos corresponden a estudiantes de centros privados y cuatro a estudiantes de centros públicos. No es verdad, pues, que los colegios privados ofrezcan una educación de mayor calidad ni un nivel académico más alto que los institutos públicos. Por cierto, que entre esos seis estudiantes se halla una alumna del IES Profesor Juan Pulido Castro, centro en el que tengo la fortuna de impartir clases de filosofía, y no me resisto a recordarlo y a aprovechar para felicitarla por haber obtenido la tercera mejor nota y la primera en humanidades. Felicitación que hago extensiva a toda su excelente promoción y a quienes con su esfuerzo hacen posible que en Canarias dispongamos de una educación pública, a todas luces mejorable, pero de calidad, incluso en esta era marcada por la posverdad.