Siempre abro el periódico por la hoja de la viñeta. Hoy, más que nunca, la viñeta del periódico debe gozar de buena salud. Los viñetistas son unos tipos geniales, capaces de informarnos en modo sátira de la actualidad social y política en un minúsculo recuadro. Luego, el que se pica, ajos come. Por ejemplo, Trump ha debido rascarse mucho el trasero, porque ha incorporado a su particular corpus inquisitorial a los profesionales de la viñeta que rocen todo lo político que no sea de su agrado. Increíble que el "New York Times" agache las orejas y cancele los contratos a sus mejores viñetistas, decisión inequívoca que salió de la cueva del bandolero Trump. Pinta mal para la libertad de expresión. Por el momento, los nuestros van tirando. El otro día disfruté con una viñeta de El Roto que vi en un periódico de tirada nacional. Aquel recuadrito con sus dibujos y su minitexto terminó de abrirme los ojos. Les cuento. Un tipo se insinúa en el interior de un contenedor. Una voz sale de la basura y le pregunta: "¿Qué buscas?". A lo que el otro le responde: "Mi voto". Río y lloro. Muchos votos de muchos ciudadanos que iban en la dirección A han terminado en la B, y viceversa. Muchos ciudadanos se han quedado con la sensación de haber hecho el canelo. La confianza en los nombres de la opción política impresa en sus papeletas ha quedado en agua de borrajas. El hombre de la viñeta de El Roto intenta recuperar su voto, me temo que su caso sea ahora una excepción. Algo no funciona en nuestro sistema electoral. O interesa que no funcione. En un cambio de impresiones con Manuel Herrero Jr., que ha vivido varios años en USA, comentaba que sentía nostalgia del bipartidismo. Y añadió que se podría hacer el siguiente experimento: traer al Partido Demócrata de EE UU a España, seguramente abarcaría desde Podemos (Alexandría Ocasio-Cortez, Bernie Sanders) hasta Ciudadanos (los Clinton). El rumbo general del partido se decidiría mediante primarias abiertas. Los mensajes de las distintas corrientes dentro del partido irían buscando su sitio y asentando en el marco del programa electoral y definitivo del próximo gobierno, para bien o para mal, inamovibles. Lo nuestro, aquí y ahora, fragmentado hasta el alma puede dar lugar a que un partido de corte neofascista con el 7,63 de votos imponga su agenda en el ayuntamiento de la capital del Estado. No funciona nuestro sistema electoral, a todas luces. Es preciso y urgente un cambio. Hay que currárselo, compañeros, que no todo va a ser ponerse a parir, chupar del bote y subirse los sueldos. Sentarse y pensar entra en el sueldo, coño. Desde que voté por primera vez, lo hice en la creencia de que ganaría y dirigiría orquesta el candidato que más voto sacase. Pues no, con el tiempo aprendimos los españoles que debemos atender más a los pactos poselectorales (imprevisibles) que a los resultados de las elecciones. La confianza y el interés por las elecciones se diluye como terrón de azúcar en un vaso de agua. La democracia baila como la cabra del zíngaro, equilibrio inestable.