La escritora norteamericana Siri Hustvedt ha sido galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2019; antes lo fue su marido Paul Auster en 2006. Un descubrimiento para mí, que se confirma cuando quieres leer todo lo publicado por la autora. No recuerdo que ese primer impacto me produjera Paul Auster. Fue un comienzo oportunista, había conocido Nueva York y él escribió una trilogía de la ciudad. De Hustvedt empecé por su primera novela creyendo que era la última.

Eran novelas de sugestión realista pero hechas a base de autobiografía y ficción inventiva, desmantelamientos de los encofrados y ortopedias que encasillan fantasía y "realidad", presente/pasado, exterior/ interior, incisos ensayísticos y compromiso narrativo. No las podías soltar, asistías a curiosas vicisitudes, a umbrales de experiencia que palpitaban anunciadores de algo de otro cariz; y la universidad de Columbia justo donde está, filosofía, motivos humanistas invadiendo Manhattan, feminismo intelectual, actualidad sociocultural, pero también neurociencia (dio escritura creativa en un psiquiátrico).

De ahí pasas a leer entrevistas de ella y buscar lo que tenga publicado, y todo parece autobiografía cuando estás ante vidas de las que no tienes antecedentes ni reconoces. Lo que ocurre es muy distinto por el ángulo/sentimiento con el que está escrito. Lo externo que pasa, lo sucedido como meras acciones ideadas y construidas dejaron hace mucho tiempo de tener interés: un canon periclitado hecho "industrial". Hustvedt sostiene que con tal literatura, al tratarse de mundos conocidos y mantener esa familiaridad, no es posible la crítica porque no suscita discernimiento. Como dice ella que le dijo Susan Sontag, en sus novelas va de dentro a fuera. En "La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres" Hustvedt nos hablará de pornografía y no encuentra mejor autora para iniciarlo que Susan Sontag. Esta analiza la obra de Sade, la despersonalización que convierte en máquinas sus personajes, así como el vínculo entre surrealismo, "nouveau roman" y pornografía, por la prevalencia del objeto, de un mundo sin expresión, mutilado.

Huvstedt irá más lejos, se trata como en Sontag de un feminismo muy culto, pero más filosófico, que da curso y forma a las requisitorias del deseo y la experiencia inventiva para transferirlas al arte y la escritura: la pornografía entra en ello, al margen la dialéctica sontaguiana vicio/virtud: vacío. Mundos interiores deslizantes que alumbran la experiencia sutil y vívida en un mundo injusto donde gracias a su alta formación intelectual y vital crea un discurso feminista muy fundamentado, que hace pedestre el folclorismo violeta.