Suele decirse que este país nuestro es dado a los extremos. Sólo durante el proceso de salida del franquismo -la Transición- pudo una formación política que se definía específicamente como centrista -la Unión de Centro Democrático- sostenerse en la mayoría el tiempo suficiente para poner de acuerdo a las derechas (incluso a las que formaban parte de la UCD), y a las izquierdas, y culminar el compromiso constituyente. A partir de ahí la suerte de las formaciones políticas centristas ha sido escasa: el CDS de Suárez y la UPD de Rosa Díaz no duraron mucho. En cuanto a Ciudadanos, ya es difícil decir que es un partido de centro, y además no pasa precisamente por sus mejores momentos. El espacio centrista en España parece estar hoy más representado por algunos partidos regionales, que han intentado situarse -al menos declarativamente- en ese espectro del arco político. En general todas las fuerzas regionales, han acabado derivando a posiciones subsidiarias de la derecha o de la izquierda, con la excepción de los partidos independentistas catalanes, instalados en sus propios intereses tácticos. El caso del nacionalismo canario es emblemático de las dificultades para mantenerse en posiciones centradas: comenzó siendo una operación que incorporaba grupos y personas provenientes de la izquierda, el centro y la derecha, y -tras fraccionarse por motivos relacionados con el reparto del poder- acabó por situarse en bandas enfrentadas de izquierda y derecha. Coalición Canaria -escasamente preocupada por cuestiones de carácter ideológico- ha estado siempre más preocupada por ocupar el espacio de la centralidad política que por definirse ideológicamente como centrista. Es aún hoy una incógnita cuáles son sus posiciones oficiales en asuntos concretos como la ley de aborto, la legalización de la marihuana o la eutanasia. En el caso de Nueva Canaria, su integración en las candidaturas del PSOE en las elecciones de 2015 y 2016, provocó una definición más clara de 'izquierdismo', asumida por sus cargos públicos sin complejos. Un izquierdismo basado en propuestas fiscales más progresistas, la defensa de postulados ecologistas -también en materia de uso de suelo- y una beligerante defensa de la gestión pública del estado de bienestar que -sin embargo- no casa mucho con pasadas actuaciones de sus dirigentes ni con el proceder en algunas áreas de gobierno ocupadas en los últimos años.

Por eso es chocante que desde los dos bandos que hoy representan el nacionalismo en Canarias -Coalición Canaria y Nueva Canarias- se siga hablando aún hoy de aproximar posturas ideológicas, cuando lo cierto es que los dos partidos no han sido nunca capaces de ponerse siquiera de acuerdo para repartirse el poder político. Desde el minuto uno después de las elecciones, Coalición apostó decididamente por un pacto con las fuerzas de derechas, mientras Nueva Canarias hizo lo propio con la izquierda. El amago del PSOE de levantarle el Cabildo de Gran Canaria a Antonio Morales provocó cierta confusión, al producirse una reacción táctica de Román Rodríguez, que participó como observador en el encuentro entre el PP, Ciudadanos, los gomeros y Coalición en el chalé de Ciudad Jardín de Presidencia del Gobierno, el pasado 14 de junio. Sólo hizo falta que Román se dejara ver por allí, amagando con poner su nacionalismo por delante del izquierdismo, para que al día siguiente, Ángel Víctor Torres lograra meter en cintura a Luis Ibarra. Se dejó el asunto del Cabildo aparcado, y Nueva Canarias volvió a ser más de izquierdas que nacionalista. Hasta hoy.