Si yo fuera editor de Canarias 7 estaría ligeramente preocupado. Lo digo porque pretenden insultarte en primera y no te enteras hasta última hora de la noche. Aunque la información la firme el director nominal del periódico y sea considerada lo suficientemente relevante como para merecer la portada. Una portada savonarolesca en la que basta extender tu nombre y apellidos, sin más precisiones, porque, supuestamente, ya desprenden por sí mismos suficiente horror, pavor y abominación como para que los lectores de Las Rehoyas -un suponer?sepan que deben estar vinculados a una atrocidad. Al parecer se acaban de enterar que desde hace una eternidad, es decir, desde octubre, trabajo como periodista en la Presidencia del Gobierno de Canarias. El director nominal de Canarias 7 ha realizado una formidable labor de investigación copiando los datos proporcionados por el Portal de Transparencia del Gobierno autonómico y cabe suponer que al terminar, exhausto, este pedazo de Kapuscinski se tomaría una copita de peppermint, que es el licor más parecido a la turbiedad ruin, dulzona y pegajosa de su prosa.

Cientos de periodistas trabajan en gabinetes de prensa y comunicación en las administraciones públicas y en las empresas canarias, y más de una veintena en el Ejecutivo regional, pero por lo visto lo interesante hasta la ridiculez es un servidor, del que el director nominal se apresura a precisar -esto se lo ha contado otro Kapuscinski - que antes estuve la friolera de año y medio en el gabinete de prensa del ayuntamiento de La Laguna, y antes, muy sospechosamente, en Emmasa, la empresa que gestiona el ciclo integral del agua en Santa Cruz de Tenerife, un curro que al parecer también era de naturaleza política, como supuestamente lo han sido los posteriores. ¿Qué relevancia pública o interés noticioso tiene ese modestísimo curriculum? Estaba yo en Emmasa precisamente, sosteniendo sobre mis hombros el sacrílego poder de Coalición Canaria, cuando colaboré en Canarias 7, cosa que cualquier lector puede comprobar en cualquier hemeroteca. Todavía recuerdo la voz ligeramente nasal del director nominal, una voz atiplada de vendedor de alfombras persas a domicilio: "Bienvenido a bordo". Cierto es que bajé de ese barco - lleno de espléndidos profesionales -- rápidamente, como tantos otros antes que yo, no porque mareásemos, se los aseguro, sino porque era el barco el que mareaba.

Escribiré en serio sobre esta patochada deleznable solo un momento: lo suficiente para expresar el desprecio que me merece. Muchos profesionales de la comunicación - y gente que no lo son - trabajan como asesores o periodistas en las administraciones públicas y al mismo tiempo colaboran en los medios de comunicación. En las propias páginas de Canarias 7 pueden encontrar ejemplos, como en otros periódicos y medios digitales. A mí lo que me sorprende, lo único que me sorprende ya, no es la astrosa estupidez habitual, no es este miserable ambiente moral en el que juegas a llevarte por delante a una persona para dañar hipotética e irresponsablemente a tus enemigos reales o imaginarios, sino la voluntad inequívoca de estigmatizar a un periodista para intentar destruir su credibilidad. Al precio, incluso, de cubrirse de ridículo. Al precio, incluso, de creer que tu pequeña villanía se va a quedar sin respuesta.