Me contaron que los lobos matan pero no solo para comer. Que si entran en un corral de ovejas, cabras? no sólo matan a cuantas necesiten para saciarse, sino a todas las que pillen. Los escenarios que dejan son auténticos paisajes de barbarie y crueldad.

Francisco Serrano, magistrado en excedencia y uno de los integrantes de Vox más contrarios a ley contra la violencia de género, está que trina por la nueva condena a los cinco lobos. A este elemento, que cinco jóvenes conduzcan a una chica de 18 años a un espacio de reducidas dimensiones, dentro de un portal, sin que ella muestre consentimiento, y la penetren hasta en 10 ocasiones, le parece consentimiento? o simple abuso sexual.

No es necesaria ninguna fuerza para prever lo que va a pasar si cinco hombres acorralan a una chica en un portal de noche. Ante esta situación, ante este miedo atávico el dilema psicológico suele ser: violación o muerte. Es por ello que la resistencia ante la agresión no puede ser un termómetro que mida su gravedad igual que tampoco lo es la violencia ejercida por el/los violadores. Debemos dejar de hablar de abuso sexual ya. Es un eufemismo criminal.

La condena a quince años de prisión no es nada comparado con la que tendrá que sufrir la víctima, que es cadena perpetua. Nadie que haya sufrido sobre sí una violencia extrema llega a superarlo del todo. Los rescoldos quedan ahí, en el subconsciente, para reavivarse en las pesadillas y provocar despertares bañados de sudores y ansiedad.

El agresor no malogra a su víctima por las horas o minutos que dure la agresión, sino que marca al agredido para siempre por el efecto de su maldad y así con la ingenuidad perdida, será presa del miedo y del recelo hasta perjudicar su relación con otros seres humanos. Ellos, los violentos, podrán ser absueltos, liberados de su condena con el tiempo, pero no así los violados. Su prisión, fuera de la cárcel, está en la mente que no olvida, que jamás descansa.

Hasta hace no tantos años, las mujeres callaban esa clase de salvajadas por no admitir la deshonra y, manchadas por la falta de otro u otros, se solían resignar a una soltería sombría, si bien otras imprudentes confiaban en la virtud del silencio con funestas consecuencias, ya que el posible marido que les surgiese, apenas descubría la verdad, las devolvía al hogar paterno con cajas destempladas. Y la mujer se sentía repudiada y culpable por la falta que sobre ella había cometido un familiar de "confianza" o un amigo borrachín de la familia, que se había metido por fuerza en su alcoba, sin que ella, como era de ley, saliese de su casa. Si era culpable aquella pudorosa moza ante la sociedad ¿cómo no lo va a ser una de hoy en día que sale de fiesta, bebe y charla con los chicos de igual a igual?

Dieciocho años y en plena fiesta de Sanfermines dan para saber muy poco. Sólo, en el último momento, se dispara la señal de alerta, cuando en un estrechísimo portal, se advierte el acorralamiento de cinco fortachones contra los que es imposible ofrecer resistencia. Ésa fue su audacia, consentir por salvar la vida, y esa también su vergüenza ¿dirían que quiso? ¿Que le gustó?

Pues sí, algunos lo dijeron y también que más les hubiese valido matarla, pues la condena por homicidio es menor a la de violación. Si añado que quienes lo dijeron son presuntos intelectuales de este tiempo, se me ponen los pelos como escarpias. Lo dicho. Los otros lobos.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es