A estas alturas de la película pocas son las dudas que existen en torno a la estrategia diseñada por Nueva Canarias, PSC-PSOE y Unidas Podemos para dar caza a Coalición Canaria. Aunque se materializara hace solo una semana, eso estaba pactado antes de las elecciones del 26 de mayo. En algún caso, incluso, con la complicidad de Ciudadanos para desalojar a los nacionalistas de los bancos de gobierno del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, Ejecutivo de Canarias y puede que a corto plazo del Cabildo de Tenerife: Enrique Arriaga (Cs) está jugando a dos bandas y el efecto Zambudio es una puerta abierta a una posible moción de censura liderada por Pedro Martín (PSC-PSOE). Toca esperar. Los socialistas saben que la institución insular es una presa mayor, pero no quieren fallar un tiro que podría tener unas consecuencias irreversibles.

Lo de todos contra CC ya no es una cantinela electoral. La quimera se ha transformado en una realidad y lo que está por venir son las amenazas de levantar alfombras. Todo eso está muy bien, pero al ciudadano, votante o no del político que agarró el bastón de mando, le preocupa que esto se quede en un mero intercambio de cromos para los próximos cuatro años. Toca gestionar. Hay que bajar ya a la arena, remangarse y cumplir las promesas que hicieron. Sí. Soy consciente de la difiltud que supone unir en un único proyecto posicionamientos tan dispares pero cuando se firma un pacto hay que medir el margen de maniobra que vas a tener para no defraudar a los tuyos. Lo otro, echarse al monte a ver qué pasa, es un fraude electoral que suele acabar mal. Juntar voluntades es pensar en plural, sin egoísmos ni traiciones.