El centro político no existe como ideología, existe como actitud. De un tiempo a esta parte nos hemos encontrado con que los principales partidos políticos son o de centroizquierda o de centroderecha, para así poder ganar adeptos de formaciones contrarías que nunca han militado bajo sus siglas. El PSOE es de izquierdas, y el PP y Cs de derechas, ninguno es de centro. Por mucho que cacaree Albert Rivera que presumía de ser más moderado que Casado, pero al que vimos luchar por los ideales de la diestra como Zipi y Zape, como hermanos gemelos. Hasta Coalición Canaria abrazó el centro como tabla de salvación. Quien único ha representado el verdadero centro en España es UCD y Adolfo Suárez, que heredando el mando político de una dictadura, encontrada con un comunismo durísimo y una socialdemocracia aún marxista por aquel entonces, tuvo que liderar la labor de coser a dos Españas de odio a muerte. Y lo consiguió. Él, y cada uno de los diputados de aquel Congreso que componían personajes tan opuestos como Blas Piñar, Fraga Iribarne, Dolores Ibárruri La Pasionaria o Santiago Carrillo.

Hoy, el centro se ha convertido en un lugar donde apoyarse para pactar a un lado y a otro sin tener que dar explicaciones ni a Dios ni al diablo. En un corsé endemoniado y falsario que está convirtiendo a España en un manicomio y traicionando la ideología de los votantes de más de un partido. Y quien encabeza esta espiral es, sin duda, Ciudadanos. Sus votantes de centroderecha, arrancados mayoritariamente del PP, sienten un puñal clavado en la espalda en más de una plaza. El centro es el discurso de Ana Oramas en su intervención parlamentaria hace unos años pidiendo paz y no odio, que fue aplaudida por todos los partidos de la Cámara. Pero hoy el centro es todo menos el Congreso de los Diputados, que en lugar de eso es un circo romano donde los leones, además de por fuera, están dentro.

@JC_Alberto