La influencia, muchas veces, abofetea nuestra personalidad. Las amistades, en ocasiones, son la ventana confusa por la que se asoma el murmullo de la conversación que confunde y paraliza.

El excesivo apego da lugar a confusión y, en ocasiones, no vemos que por el camino de la amistad existen árboles de dura corteza, que castran deseos y voluntades. La docilidad no es buena, no respira aire puro, participa del servilismo y colabora con la parálisis.

La influencia no es desinteresada, habla mucho y sugiere más. Vive acomodada entre la falsa luz cegadora de la amistad, nos ilumina con el egoísmo y nos atrapa el ser. Es importante ser uno mismo; huir de aquellos que pretenden manejarnos, tener la firmeza de decir no e ignorar aquello que nos vuelve inseguros.

Por los abismos de la vida me he encontrado personas de gran valor, sin embargo, gracias a la influencia de algunas amistades, a día de hoy son una prolongación del tedio y el hastío. Sí, anulados por completo, viviendo entre la paradoja de la amistad y la manipulación.

Aprender a renunciar es fundamental. Un abandono puede ser el comienzo de una nueva vida.

Todo se puede pensar, pero no todo se puede decir. Las personas que piensan no suelen buscar significados, comprenden que toda definición va de la mano de la utilidad. Y claro... Las palabras, humilde opinión, están destinadas a servir a nuestras carencias. Sí, con ellas vestimos la falsedad, el ego, la envidia y todas las ideas delirantes que se pasan por nuestra cabeza. Observando de lejos a las palabras podemos ver el egoísmo que hay en ellas; la mayoría viven a expensas del yo, llegando a estar tan recluidas, que a veces esbozan la mirada de la locura.

Es importante ejercer el dominio de la mente y no dejarse apasionar por las palabras: sean de la índole que sean. Y, por supuesto, saber distinguir al hombre que en el conocimiento encontró la fuerza de su intelecto, del hombre que a cada paso muestra las carencias de la ignorancia.

Es triste ver que las palabras se han convertido en las defensoras de nuestras carencias; en otras épocas fueron fuerza creadora: compañeras de caballeros y damas. Ahora, son la fuerza de los que no logran ascender con el pensamiento, de los que no han descubierto que lo humano brota del alma y asciende al corazón.

No te dejes confundir. De las experiencias se nutre el ser; de las opiniones, a veces, se alimenta el egoísmo y la envidia.

Empiezas a pensar, dejando un hueco al idealismo, después acaricias el presente y decides marcharte.

El presente es lo único que tenemos, con sus mudas afirmaciones y sus múltiples interrogantes, es ilusión y desilusión constante.

Dijo Anaïs Nin:

"No vemos las cosas como son, las vemos como somos" y razón no le falta...