La presunta independencia de los bancos centrales queda cada vez más en entredicho. Tras las últimas declaraciones del gobernador del BCE parece claro que se prima al ineficiente, a quien no quiere corregir sus desequilibrios, a quien tiene un especial apetito por endeudarse más allá de lo razonable. Lo difícil es afrontar las reformas estructurales que corrijan los desequilibrios. Lo fácil es el populismo económico y la inmediatez de la deuda y el gasto. Y por supuesto, lo más sencillo es pasarle luego la factura a los sufridos contribuyentes.

En este entorno, resulta muy complicado construir una cartera que aúne el objetivo de preservación del capital, con una rentabilidad que al menos sea positiva -o supere la inflación-, que ofrezca una reducida volatilidad, y que logre una descorrelación con el comportamiento con los mercados, incluso a pesar de las intervenciones del BCE.

Aún en este entorno, el inversor tiene herramientas a su alcance para tratar de rentabilizar su patrimonio. O bien desarrolla una gestión mucho más activa de su patrimonio, tratando de ajustar tácticamente su exposición de los diferentes tipos de activos al entorno cambiante del mercado -algo realmente difícil y al alcance de pocos-, o bien incorpora a su cartera otra clase de activos que traten de lograr cierta descorrelación con los activos tradicionales. Es decir, que se comporten de distinta manera, incluso de manera contraria.

Sabemos que un principio básico de una cartera de inversión es la diversificación. Pero esta debe ser eficiente y eficaz. Si incorporo a mi cartera diez activos que tienen el mismo comportamiento (por de ejemplo, títulos de entidades financieras), cierto que tendré una cartera variada, pero no diversificada, puesto que todos esos títulos tendrán un comportamiento similar.

Hablamos de incorporar activos que, o bien sean capaces de lograr un comportamiento al margen de la evolución de los mercados o del ciclo económico, o que bien reaccionen de manera distinta ante el disperso comportamiento de los mercados. Pongamos por ejemplo la inversión en activos reales (proyectos empresariales novedosos, activos inmobiliarios singulares); actividades cuyo flujo de caja no dependa del ciclo y que tenga una gran visibilidad (por ejemplo, algunas energías renovables); o la inversión en actividades que muestren cierta protección independientemente de la evolución de la economía (tradicionalmente industrias relacionadas con la salud y la actividad asistencial).

Sin embargo, no debemos perder de vista que la inversión en este tipo de alternativas suelen exigir mayores esfuerzos en plazo de inversión y una muy reducida o nula liquidez durante un periodo de tiempo. Entenderá que la liquidez de un fondo de renta fija es muy superior a la liquidez de un inmueble.

La industria financiera provee de alternativas que han acercado enormemente al inversor estas soluciones, antes destinadas a grandes patrimonios. No obstante, y como siempre remarcamos desde estas líneas, analice bien las distintas alternativas. Antes de invertir entienda bien su funcionamiento y los distintos escenarios que pudieran producirse. No pierda de vista el plazo y la liquidez.

*EAFI. Asesoramiento Financiero y Servicios de Inversión nº 65 registro CNMV www.franciscoconcepcion.com