Lo del pacto de las flores -la expresión es una cursilada ligeramente chirriante- se le ocurrió a los socialistas, sector CHEHH (Chicos Estamos Haciendo Historia), para crear hashtag, vender el acuerdo y dulcificar, con una rúbrica en Tenerife, que entre los dirigentes de la alianza nueva y eterna ninguno sea tinerfeño, un asunto, por cierto, que no debería preocupar especialmente a nadie. Los cuatro están tan encantados que sospecho que no se opondrían a salir de gira, The Mamas and The Papas del nuevo progresismo isleño, firmando su éxito en todas las islas y cantando Dream a Little Dream of Meen una versión dulcemente telúrica con Casimiro Curbelo tocando la bandurria.

En realidad no se ha firmado ningún pacto. Ni siquiera un verdadero documento programático. Lo del pasado sábado es una bienaventurada declaración de buenas intenciones compartidas por las fuerzas políticas firmantes y poco más. El 80% del texto hubiera podido asumirlo CC, el 70% Ciudadanos, el 50% el Partido Popular. Habrá que esperar que las negociaciones terminen para ver con qué propuesta programática se presenta Ángel Víctor Torres a la investidura presidencial. En los sucesivos coitus interruptus que sufrieron los partidos del pacto durante los últimos quince días la única que expresó una preocupación real por el programa de gobierno fue la secretaria general de Podemos, Noemí Santana, y aunque todos aseguraron, por supuesto, que diseñar la estrategia y los objetivos del futuro Gobierno era fundamental, eh, fundamental, lo que se pretendía dejar claro es que el PSOE tendría la mitad del Ejecutivo, o que Román Rodríguez debería ser el vicepresidente y el consejero -al menos- de Hacienda o que Curbelo disponía de una lista de exigencias jurídicas, presupuestarias y administrativas tan larga -e insoslayable- como la de cualquier cliente de Mercadona en la compra quincenal.

La sustancia de las discusiones fue la estructura del equipo gubernamental y el tradicional reparto de cuotas entre partidos, y no otra angustia existencial. La verdadera negociación programática empieza hoy lunes pero, tal y como indicó un compañero de Nueva Canarias -en el inminente Ejecutivo son todos compañeros unidos por la esperanza y la ilusión y el afán de justicia y esas cosas- si en el plazo de diez o doce días no se alcanza un consenso sobre asuntos controversiales -por ejemplo, el puerto de Agaete- se da una patada al balón tóxico hacia adelante y ya se verá. Nadie está preocupado todavía por nada, porque si CC todavía vive bajo el shock de la pérdida de casi todo su poder institucional, el PSOE y sus aliados disfrutan aun de la borrachera del triunfo. Solo puede percibirse un débil conato de intranquilidad (o reserva) entre algunos cuadros socialistas. En ninguna de las comunidades autónomas en las que gobiernan deben convivir con tres fuerzas políticas. Román Rodríguez y Casimiro Curbelo son dos iguanodontes políticos de una experiencia evidente, una habilidad consumada y una altísima demanda de visibilidad y mangoneo. La dirección del PSOE -los cuatro dirigentes que realmente conducen la organización- quiere pensarse detenidamente quien acompañará a Torres en el Gobierno para cortocircuitar trampas y putadas, disponer de información detallada y renovada a diario y ejercer de escudo político cotidiano del secretario general desde la Consejería de Presidencia y Arte de Birlibirloque, no vaya a ser que antes de un año las flores se vuelvan carnívoras.