La idea de bautizarlo como pacto de las flores fue de Patricia Hernández, lírica y feliz desde que se hizo con la alcaldía gracias a los votos prestados de Zambudio y Lazcano. No es mal nombre -apenas un poco cursi- para un pacto que va a necesitar de bastante abono y riego -sobre todo en La Gomera-, pero tiene su recorrido, y mejora sin duda otras denominaciones más masculinas como la muy recurrente de pacto de progreso -suscrito por el PSOE, la izquierda comunista y Asamblea Majorera en 1985- o el más brutalista pacto de Hormigón -firmado por Saavedra y Manuel Hermoso en 1991- o los poco imaginativos y nunca bautizados pactos suscritos por José Miguel Pérez y Paulino Rivero en 2011 o por Patricia Hernández y Fernando Clavijo en 2015, que -visto lo visto- bien podría haberse recordado (en contraposición a este pacto tan floral) como pacto de los cardos. Supongo que llamar a lo del sábado pacto del reloj -por lo de firmarse frente al reloj de flores del García Sanabria- habría sido considerado mal presagio por quienes dan al acuerdo vigencia limitada. Los hay que confunden sus deseos con opciones: el poder es un gran pegamento, y aunque la estabilidad de este pacto nos deparará algún susto, ya verán que dura lo que tiene que durar.

Entre rosas y crisantemos, gladiolos, violetas, amapolas y algún mastuerzo menor muy crecido, la presentación del acuerdo dio para un programa basado en tres principios -justicia social, economía, solidaria y desarrollo sostenible- y ocho ejes básicos: la lucha contra la pobreza y la exclusión social, el fortalecimiento del Estado del bienestar y la mejora de los servicios públicos esenciales, la igualdad de género, la creación de empleo y el crecimiento económico, frenar el cambio climático, regenerar la política y modernizar las administraciones públicas, una fiscalidad más justa, suficiente para afrontar la mejora de los servicios públicos, y una agenda Canarias-Estado que incorpora la defensa del Estatuto y el REF como fueros.

Resulta que los principios no siempre tienen mucho que ver con los finales, y los ejes son suscribibles por cualquiera de los partidos de Canarias. Por eso mejor fijarse en las medidas más emblemáticas: las dos primeras son crear una ecotasa (si es una tasa turística dirigida a sostener una política ambiental, iba siendo hora) y la implantación en un año de esa renta básica ciudadana reclamadas por Podemos. Si va en serio, si de lo que se habla es de una prestación básica universal para hacer frente a la inequidad en la distribución de la riqueza y a la creciente desaparición del trabajo, si esto no se convierte en otra declaración a beneficio de inventario, Canarias podría ser uno de los territorios más poblados del planeta que aprueba lo que hoy respaldan gentes tan poco comunistas como el Nobel Angus Deaton, el cofundador de Facebook, Christopher Hughes o el consejero delegado de Tesla, Elon Musk.

Hay pocas políticas que definan mejor una real voluntad de cambio -más allá del "quítate tú para dejarme sitio a mí"- que las que se enfrentan a la desigualdad y el mal reparto de la riqueza. El Gobierno de Torres se compromete a acometer un experimento social que proporcionará a cuatro de cada diez canarios un ingreso mínimo garantizado. Eso es mucho más osado que cualquier juego floral a los que estamos acostumbrados. Habrá que ver en qué queda la cosa. Y lo sabremos en un año.