Cuando tenía 8 años de edad me dijo mi párroco: "Quien ve Corpus en San Juan, lo ve una vez y no lo ve más". Este año no lo vemos en San Juan, sino en su víspera. Algo es algo. Es lo que tiene combinar al ciclo santoral y temporal de la liturgia festiva.

Las calles de pueblos y ciudades derrocharán creatividad y destreza tapizando las calles de alfombras de flores y arenas, en un derroche de arte efímero, para la celebración de la fiesta del Corpus Christi. La movilidad de las fiestas del ciclo pascual ha colocado el Corpus este año el día 23 de junio, la víspera de San Juan Bautista que, como todos saben, viene siempre cargada de misterio.

En los antiguos mitos griegos a los solsticios se les llamaba puertas y, en parte, no les faltaba razón. La puerta de los hombres, según estas creencias helénicas, correspondía al solsticio de verano (del 21 al 22 de junio) a diferencia de la puerta de los dioses del solsticio de invierno (del 21 al 22 de diciembre).

Oportuno será este año vincular el día del Corpus a la Fiesta de San Juan. Porque la Eucaristía, presencia de Jesús entre nosotros, es puerta de humanidad. Por eso se le considera amor de los amores, fuente de amor fraterno y de la Caridad. Por esa puerta podemos entrar y descubrir lo humano de las personas. Las heridas vulnerables que limitan y nos ayudan a descubrir que la realidad es un espacio de comunión en la que si no estamos vinculados solidariamente no descubre la realidad.

Qué diferente es esta idea en relación a aquella otra que en lugar de puertas construyen muros. Si un templo solo tuviera muros, no sería posible la procesión del Corpus; no habriá posibilidad de encuentro. Habitamos una sociedad en la que faltan puertas, espacios de encuentro, posibilidad de comunión. Una sociedad cargada de muros, que en muchas ocasiones no están lejos de nuestro propio smartphone o de nuestra tablet con acceso personal a nuestro exclusivo espacio en la nube.

Se combinará este año la novedad que llega del cielo con la vejez que surge del suelo y que, por viejo, tiramos al fuego. La hoguera de San Juan es una luminaria que enciende la realidad desde las viejas heridas; y la procesión del Corpus es una puerta que da a la calle para descubrir el amor que es nuevo cada día.

Otro aspecto que unen estas dos realidades es su condición de fiesta. Hacer fiesta es propio de lo humano. Y cuánta necesidad tenemos de festejar. Porque quien no ve motivos de ilusión en lo real ¿qué va a festejar? La fiesta necesita florecer en la maceta de la esperanza. Esto lo deben tener en cuenta quienes deseen programar objetivos para ello: solo se podrá hacer fiesta cuando se le proponga a la gente motivos objetivos de esperanza. El pesimismo nos entierra en vida.

*Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

@juanpedrorivero