Mis últimas noticias me indican que la jugarreta de macarra político de Juan Amigó, en lo que se refiere al Ayuntamiento de Santa Cruz, podría haber sido ideada por personajes externos al ayuntamiento, interesados en la caída de Bermúdez. Y que le podrán haber prometido al empresario una serie de parabienes y dádivas, ante los que hubiera picado por su desmedida ambición de poder y dinero. Todo, indemostrable hasta ahora, pero que puede ir saliendo poco a poco; que es lo que pienso que va a suceder. Insisto en que la alternancia de poder no es mala, siempre que no se haga como se ha hecho de la mano de Ciudadanos en Santa Cruz: con presuntas trampas y detestable deontología. Y vuelvo a decir que las niñas de Ciudadanos no son las protagonistas del desastre ético en la deontología del partido naranja. Es su empresario y número uno, Amigó, quien hubiera orquestado lo que ahora padecen la tal Matilde Zambudio y Juan Ramón Lazcano, que prefirieron escuchar las órdenes de Juan Amigó que las de la dirección nacional y se han quedado en una triste suspensión de militancia. A todas luces, paso previo a la expulsión. La han cagado y de qué manera.

Los militantes y votantes del partido que me encuentro se sienten abochornados de que su líder se alineara bajo cuerda con Podemos e ignorara, ya sabremos a cambio de qué, al propio Albert Rivera. Pues este es Juan Amigó, hasta que se demuestre lo contrario. Y todo lo que está sucediendo pudiera implicar que la esencia del partido político en cuestión se retomará y hará posible un pacto de centroderecha en Canarias, cuando estamos a días de la finalización del plazo para ello. Si oímos al líder socialista, Ángel Víctor Torres, el pacto de izquierdas lo tiene hecho. Mientras tanto, los partidos visagra: PP, Cs y ASG, siguen en un gélido mutismo.

@JC_Alberto