La existencia de alternativas de gobierno es una de las condiciones básicas del sistema democrático, lo diga Robert Dahl o su portera. La democracia representativa, según su concepción más genuinamente liberal, se articula en un conjunto de libertades y oportunidades, entre otras, la oportunidad para emitir voto secreto en elecciones competitivas en las cuales los derrotados acepten pacíficamente la victoria del adversario. Desde un punto de vista de los derechos y las condiciones de la democracia lo ocurrido el pasado sábado en cientos de ayuntamientos en toda España -y en Canarias- es perfectamente democrático, es más, representa un ejercicio de buena salud democrática. Otra cosa, por supuesto, es la evaluación de los nuevos o veteranos alcaldes y, especialmente, el análisis de los pactos de gobierno que los han entronizado.

La elección de la socialista Patricia Hernández -que había obtenido unos magníficos resultados electorales en mayo: nueve concejales frente a los 10 de CC- como alcaldesa de Santa Cruz fue la sorprendente consecuencia del inesperado apoyo de los dos concejales de Ciudadanos a su investidura. Pues bien: algunos han decretado que no se puede ni debe hablar del asunto y han ridiculizado incluso que la candidata presidencial y secretaria de Comunicación de Ciudadanos, Vidina Espino, haya hablado de "tamayazo". Por encima de que la expresión resulte o no acertada para describir el comportamiento de Matilde Zambudio y Juan Ramón Lazcano, lo cierto es que al menos dos de los dirigentes regionales del partido -la propia Espino y Teresa Berástegui- han tachado su decisión como una deslealtad y anunciado la apertura de sendos expedientes. La réplica de Zambudio parece cargada de sentido, pero es muy débil: "Ciudadanos ha decidido que no pacta con nacionalistas ni imputados". Se le podría recordar que solo excepcionalmente, según el propio Albert Rivera, Ciudadanos pactaría con socialistas, "siempre y cuando mostraran su disconformidad con Pedro Sánchez", y que no votar por Bermúdez no le obligaba a votar por Hernández: le bastaba con votarse a sí misma para cumplir la limitada parte de las condiciones de pacto de su partido que le interesa. Tampoco se debe hablar de que el secretario de Organización de Ciudadanos en Canarias, el empresario Juan Amigó, permanece hasta ahora en un absoluto silencio mientras muchos (entre ellos la propia Espino) afirman que ha causado baja en la organización.

Así que calladitos. Porque no se trata simplemente de no empañar ni por un segundo la toma de posesión de Patricia Hernández. Se trata, si es necesario, de suspender cualquier juicio crítico o malsana curiosidad periodística y denunciarla como complicidad, de reducir cualquier anomalía a una línea final de la noticia o de ridiculizar a los denunciantes. Todo dentro del épico relato de la caída del régimen de Coalición Canaria, a la que por lo visto o no le votó nadie jamás o quienes lo hicieron eran previamente secuestrados y lobotomizados en la sede de Galcerán. La democracia municipal ha empezado ahora, no en 1979, y seguirá adelante, imparable, mientras la gente vote correctamente. El PSOE jamás gobernó con CC en el Ayuntamiento de Santa Cruz, como jamás lo hizo el PP. Los contaminados por el escepticismo, la tibieza o la maldad que se arranquen los ojos si no quieren ver que en la patria empieza a amanecer.