La vida no siempre tiene la misma talla. Desde que somos nacidos vamos pasando por muchas etapas, enriquecidos por la experiencia jadeamos junto al recuerdo y poco a poco, sin esfuerzo, nos vemos en el valle de la madurez junto a la naturaleza del verde que dan los años.

Conforme pasa la vida llegan nuevas experiencias, por ejemplo, la de convertirse en abuelos y abuelas. En realidad, creo que el secreto del amor es voz que viene de las entrañas, por lo tanto, consideremos dos figuras: abuelos y nietos.

Hace pocos días, ordenando unos libros, encontré entre uno de ellos una carta de mi abuela. Al verla sentí la sensación de lo vivo conservado entre las hojas del tiempo... Creo que la verdad absoluta no es patrimonio de nadie, por lo tanto, los hechos no son pieza común de la que se sacan retales. Bien, pues junto al espasmo de la sorpresa, sentí la caricia del cadáver que satisface la confesión del tiempo; el mismo que ya no huye ni necesita llorar a escondidas. Sí, el llanto es amigo de la congoja, pero con los años es dicha de felicidad. Mi abuela era armonía, siempre confiscaba los malos ratos, su ternura era la pureza del corazón y la voluntad del amor que no se ahoga con nada. A su lado, créanme, descubrí el significado de la palabra confianza, aunque la verdad sea dicha, desde entonces la palabra está en proceso estimativo: posiblemente nunca más sea semántica, seguramente no.

¿Qué beneficios tiene el recuerdo que no satisface nada? ¿Qué beneficios tiene el recuerdo que satisface un poco? Cuándo fui nieta coloqué la figura de mi abuela en un lugar solemne, una mujer tan maravillosa no sé merece otro. Creo que guardé su carta entre un libro para alejarla de lo mundano y darle un buen lugar. Sí, junto a los hombres de talento, los mismos que desde los libros nos han evocado el camino de la vida.

Ay, qué verdad más apremiante es el amor, en ocasiones se aproxima sin pellejo para darnos un susto. Mi abuela se llamaba Catalina, mientras yo esté con mi vida, ambas seremos sediento beso escondido entre el remiendo de un recuerdo. Claro, ella era modista...