Canarias es una tierra legendaria. O sea, en política. A Fernando Clavijo, como a Sansón, le creció la pelambrera durante las interminables negociaciones de la izquierda para cerrar un pacto. Y mientras nadie miraba se subió a las escalinatas del templo y apoyando sus dos manos en las columnas miró hacia el gran salón donde estaban reunidos los socialistas repartiéndose el poder.

Entonces -primer plano, mirando a cámara- dijo: "aquí murió Sansón con todos los filisteos". Y empujó las columnas para que se derrumbara el techo sobre sus cabezas. Incluida naturalmente la suya.

Clavijo ha convertido su sacrificio en la salvación de su partido en una operación de última hora que ha cogido a todo el mundo con las enaguas en los tobillos. Ofreciendo al PP la Presidencia del Gobierno de Canarias el líder nacionalista rescata a Coalición, que iba a perder hasta la camisa en los ayuntamientos y cabildos, donde la derecha había pactado con los socialistas para quitarles de en medio. Llevó el caramelo y lo ofreció en Madrid y se lo quitaron de las manos.

La bala de plata judicial que estaban utilizando contra el candidato de Coalición ha rebotado causando víctimas inesperadas. Torres tiene grandes posibilidades de ingresar en ese selecto club de presidentes frustrados que inauguraron Jerónimo Saavedra y Juan Fernando López Aguilar, candidatos que obtuvieron claras mayorías y se quedaron a vestir santos en la oposición. Visto que no podría ser presidente, porque Ciudadanos no le habría votado, Clavijo ha optado por rentabilizar una retirada estratégica de los nacionalistas hacia sus cuarteles de invierno.

A la izquierda le ha perdido la premiosidad. El ganchillo dialéctico inconcluso, las conversaciones sobre programas quinquenales y las patadas en los tobillos por debajo de la mesa con la misma gente que estás negociando. Ahora mismo quien tiene más boletos para poner el trasero en la poltrona es Asier Antona. Que además tiene rima. ¿Y qué le puede salir mal? Mucho, porque ellos ya han empezado también los navajazos. Antona no quiere que Clavijo le haga sombra en el Gobierno -tiene mucha sombra- y quiere que Ciudadanos se lo aparte. Y está racaneando con los pactos locales. Y como tarden mucho en darse las puñaladas de rigor de todo pacto macarronésico, les va a pasar exactamente igual que a la izquierda: que se les pasará el arroz mientras se putean mutuamente.

No se asombren si pasado mañana surge otro geiser político inesperado. Si Nueva Canarias, por ejemplo, que está echando ácido sulfúrico por la saliva contra el PSOE, se desmarca por la izquierda y propone otra nueva geometría del pacto regional. O si en la constitución de los ayuntamientos se produce algún conflicto gordo. Aún queda tela por cortar.

Lo que sí parece claro es que se cumple un principio inexorable de la turbulencia atlántica: el que gana las elecciones en estas Islas es el principal candidato para estar en la oposición. Y cuanto más amplia sea su victoria, más probabilidades tiene de que le hagan la cama. No falla.