No terminamos de sacarle ni el diez por ciento de punta al móvil que está en nuestras manos y ya se anuncia una nueva generación de ingenios -la 5G- que serán aun más inteligentes, veloces y perspicaces que los actuales. Las características de ese Edén prometido comienzan a hacerse públicas y, la verdad, algunas de ellas resultan un tanto esotéricas, casi propias de la cábala, como la posibilidad de que caiga usted enfermo de gravedad en un país remoto y, gracias al 5G, el cirujano le opere desde otro continente mediante unos robots que se limitarán a imitar los movimientos de la mano experta del doctor. Se me ocurre que para aprovechar semejante ventaja un tanto traída por los pelos hará falta que en ese enclave lejano haya, además de la tecnología 5G, los robots adecuados. Y cobertura, cosa que resulta comprometida incluso en la Europa civilizada con la generación de los móviles de la que gozamos (¿) hoy. Pero entretanto llega el nuevo gadget de la mano de los reyes que, ahora sí, van a necesitar ser magos profesionales para que semejante tecnología eche a andar, las noticias que nos llegan tienen muy poco que ver con la vida doméstica convertida en domótica e incluso con la medicina a ultradistancia. Según parece, los Estados Unidos han convertido, de la mano del presidente Trump, la 5G en un campo de batalla habida cuenta de que el mayor proveedor que existe en el mundo de redes para esa quinta generación de telefonía móvil es nada menos que Huawei, la empresa china a la que Trump ha declarado en persona la guerra santa. Fue su predecesor, Obama, quien advirtió de las amenazas que suponían las empresas chinas para las redes de comunicación estadounidenses, levantando la sospecha acerca de si sus tecnologías tan avanzadas permiten, entre otras cosas, espiar a los clientes que las han instalado. Una cautela nada paranoica, dicen los expertos, porque nuestros móviles actuales ya sirven para que cualquier interesado con posibles y morbo suficiente para hacerlo husmee en nuestra vida privada. La protección total no existe salvo que se decida volver a la época del teléfono fijo echando a la basura los smartphones. Pero sí que nos ampara el hecho de que en realidad poco interés tiene la vida personal de la inmensa mayoría de los ciudadanos de a pie si se deja de lado el intento de venderles cosas. Con la administración pública sucede algo diferente: cualquier ministerio cuenta con archivos sensibles y capaces de dar armas al enemigo, ya sea geoestratégico (remoto) o político (local). De ahí que Trump le cierre las puertas a la posible curiosidad china por los secretos de Washington. Las películas de James Bond están a punto de ser declaradas crónicas de interés para los estudiosos de los conflictos contemporáneos. Con una diferencia: en ellas era fácil derrotar a los malos, asiáticos a menudo. Pero por culpa del 5G, el agente 007 puede convertirse en un peluche de oso panda.