El PSOE ha decidido levantarle la Alcaldía de Telde a Nueva Canarias. Los socialistas, con el apoyo de Juntos por Telde -versión local coalicionera-, Ciuca y el PP han cerrado -ellos dicen que "de manera firme"- un pacto para sacar del gobierno de Telde a Nueva Canarias. Lo anunciaron ayer, después de pasarse los jefes de los partidos implicados en la operación, todo un fin de semana de parranda y conciliábulos. Aunque el pacto debe ser ratificado por los partidos el próximo miércoles y ya veremos. Porque Nueva Canarias, por supuesto, ha puesto el grito en el cielo, y ha amenazado al PSOE, exigiéndole que reconsidere y cambie su decisión. Supongo que lo harán, a no ser que el PSOE tenga ya decidido hacerse también con el Cabildo grancanario, y esté pensándose en explorar un acuerdo del Gobierno con el PP -suman justo 36- o incluso con Coalición -suman 45-.

En los últimos meses se ha puesto de moda considerar que el principal objetivo de las elecciones es el cambio: cambiar al que está en un sillón para poner a otro distinto. Antes tenía cierto valor que la suma de partidos que pudiera cambiar un Gobierno, sustituir a un alcalde o un presidente, tuviera al menos cierta coherencia ideológica o al menos cierta posibilidad de pactar programas, pero a esta política líquida -y liquidadora- que se practica ahora, la coherencia se las trae al pairo. La cosa es sumar los votos suficientes para el quítate tú pá ponerme yo, sin que parezca tener importancia alguna cómo se consiga sumar los votos. Así, consideramos como razonable la posibilidad de un gobierno regional entre el PP y el PSOE, sin preguntarnos siquiera que clase de política fiscal podrían hacer juntos: ¿Tendríamos ecotasa? ¿Reducción de impuestos? ¿Aumento? ¿Dos años de aumento y dos años de reducción? O bien: ¿Se reducirá el nivel de dependencia de la sanidad pública de la medicina concertada? ¿Se aumentará? Cuando Asier Antona nos dice que no tiene líneas rojas lo que nos está diciendo en realidad es que no le preocupa el programa que se aplique, lo que le preocupa es quien lo aplique. Sobre todo si no es él?

El desprestigio de la acción política tiene también que ver con esa absoluta desintonía entre la radicalidad de las propuestas y acusaciones vertidas en campaña, y la facilidad en que todo eso se volatiliza y desvanece cuando lo que está en juego es conseguir sillón, sinecura y canongía? o perderlos. Ocurre que la política se ha ido desapegando de la voluntad de transformación, de intervención sobre la vida de los administrados, para centrarse en el cambio de personas, y su contrarréplica, el ¡Sálvese quien pueda!. Por eso, lo programático se desvanece completamente del discurso de nuestros próceres y es sustituido por esa suerte de contubernio mantecoso, en el que lo que cuentan son las declaraciones de transversalidad, las tonterías incumplibles que se prometieron y los debates para idiotas que se producen en las redes. Todo eso pesa más que cualquier posibilidad de entenderse con los más afines para aplicar un programa. Así vemos alcaldes del PP que están dispuestos a pactar con Bildu, y candidatas de Podemos que -tras la exigencia de Curbelo de no manosear la Ley del Suelo o la de Islas Verdes- aseguran sin perder el tono que "hablando se entiende la gente"?