En el lenguaje campesino, el tiempo y el espacio es una escalera que hemos de subir y bajar asociando tiempo y espacio, en la que los aspectos del calendario, el tiempo, lo religioso, las faenas agrarias y las actividades lúdicas tenían una lectura que solían cumplir. La prevención de los incendios forestales tenía un pacto no escrito que se cumplía, es decir, medidas preventivas que se hacían tanto en el plano individual como en el colectivo, como eran la limpieza de maleza en las proximidades de las viviendas, bodegas, gañanías etc., la limpieza y el mantenimiento de los caminos, o bien la lucha contra el fuego cuando convocaban con la voz de la campana. Ahora hemos pasado a una lectura del tiempo y el espacio, solo con calendarios para las fiestas y romerías. La crisis de la cultura campesina, en un campo que cada día es más urbano, menos campesino, pueblos dormitorios con más coches, más gimnasios y menos campesinos. El fuego es cosa de los bomberos, helicópteros, aviones o drones. Lo dicho, el almanaque lo leemos solo para vacaciones y fiestas.

El cuarenta de mayo era una referencia no solo de abrigo, también era una fecha de referencia en el mundo rural que los campesinos solían cumplir antes los peligros del verano y el fuego, sobre todo en las cinco islas occidentales. De Tenteniguada a Garafía-Frontera, había un pacto no escrito entre los campesinos y el medio. No olvidemos que tenían también miles de animales que demandaban pastos, complementados por un significativo número de arados, sachos, y campesinos. Los incendios en contadas ocasiones quemaron caseríos, ya que el combustible de ahora, antes eran pasto, leña para la cocina de carbón, cama para el ganado, o abono para el campo. Ahora, tenemos miles de hectáreas de zarzas, helechos, cañeros, tojo, maleza en el patio de las viviendas, y sobre todo ausencia de campesinos.

El medio rural, como espacio supuestamente protegido, territorio en el que se confunde lo público y lo privado, con un planteamiento romántico de protección, pues hemos declarado más del 40% como espacio protegido, careciendo de presupuestos para gestionar más de 140.000 hectáreas de monte en Canarias, a las que hemos de añadir las tierras de cultivo, hoy terrenos baldíos sin gestión; es más, los ayuntamientos no dicen nada, ya que los planteamientos de obligar a los propietarios a la limpieza de los terrenos abandonados tienen un coste en votos. La política local no mira para el territorio, ya que la lucha contra el fuego se asocia a los cabildos o bien a otras altas esferas. Tampoco tenemos una cultura ambiental sobre los peligros del fuego en las zonas pobladas, ya que asociamos los problemas a que lo resuelvan las máquinas o un tema policiaco controlando pirómanos.

El cuarenta de mayo lo tenemos a la vuelta de la esquina, si no, leamos lo ocurrido hace unos meses en el país con más recursos del planeta (California).

Moraleja: por hablar de estas cosas y de la defensa de la agricultura son algunas de las razones por la que no nos votaron en Barlovento, no queremos ofender a nadie, pero en el entorno del barranco de Acentejo o lo que ocurre entre la Vica y Ravelo hay un ejemplo de libro de mayorías políticas en votos municipales con viviendas rodeadas de zarzas, tanto en junio como en diciembre. En política tenemos que hablar de zarzas y del campo, aunque no nos voten.

Sean estas líneas unos surcos de compromiso con los que hacen surcos y cortan las zarzas, defendiendo la cultura de ayer que labraba unas islas más solidarias social y ambientalmente.

Hagamos las cosas que propone el calendario campesino. No dejemos en manos de la suerte y de las máquinas un tema tan importante como la seguridad en nuestros pueblos. Hagamos prevención como hacían nuestros padres, hagamos que la cultura del campo y el medio ambiente produzcan votos.

Hagamos prevención de fuego a cuatro años, incorporando las tierras valutas a los cultivos, retirando el riesgo de incendios en miles de hectáreas y que los cultivos y la prevención sean cosecha de votos, y no como ahora, en la que no miramos para el monte ni la vegetación que envuelve nuestras viviendas. No dejemos toda la suerte, miremos lo ocurrido en California hace unos meses.

*Exconcejal de Barlovento