El partido de Albert Rivera cuenta desde ahora con una oportunidad perfecta para demostrar qué quiere ser. Hasta estas elecciones, todo ha estado muy revuelto, quizás demasiado, y no ha habido tiempo para definirse ante su electorado y, sobre todo, a todos los que quisieran confiar en ellos, pero no se han atrevido a votarlos. En la nueva política tenemos a Ciudadanos, a Podemos y a Vox, a grandes rasgos. Los dos últimos, son extremos en los que la gran mayoría de los españoles no querrían mirarse, pero sí en Cs. Lo que el partido que en Canarias comanda Juan Amigó ha obtenido, es representación suficiente para decidir cuáles son los gobiernos que se formarán en distintas plazas y eso los llevará a centrarse definitivamente para España y para Canarias, o, de lo contrario, ser una incógnita a la que uno no sabe qué ni cuándo apostar. El PSOE, en una sutil maniobra, porque en ello les va la vida, ha lanzado una idea diabólica para Ciudadanos; que consistiría en pactar con ellos y con los desnortados de Podemos.

De ser así, quiero decir, de pactar con Podemos, todo el arduo trabajo de los líderes, simpatizantes y, sobre todo, futuros votantes de Cs se iría al garete. La ficha que el partido de Rivera mueva hoy será la que en breve le dé un poder que ni ellos mismos pueden imaginar. Un fracaso en algún pacto, que los aúne con radicales, acabaría con su credibilidad de centro político. Lo saben, y como llave que son, están sometidos a mil presiones que deben sortear con la mayor elegancia posible. El dardo envenenado de los socialistas, que los quieren situar del lado de Podemos, parece una estratagema tan estúpida que la habrán visto venir desde lejos. En ningún escenario sería comprensible una unión o una permisibilidad de gobierno de un partido de esta categoría, con otro de una vileza tan falsa y fanfarrona como la podemita.

@JC_Alberto