El CD Tenerife tendrá que esperar al martes para disputar la primera de las dos finales en las que se decide su futuro en el fútbol profesional. El fallecimiento ayer en accidente de tráfico del jugador José Antonio Reyes ha llevado a la LaLiga de Fútbol Profesional a aplazar la jornada.

La permanencia, objetivo mínimo al principio de la presente temporada, se ha convertido ahora en la única meta. El enfoque inicial de la campaña ha ido cambiando a medida que se sucedían los malos resultados del equipo, con los consiguientes cambios de entrenador, en líneas generales infructuosos, e incluso del director deportivo. En este punto, la situación requiere un compromiso general.

Solo faltan dos partidos para completar el calendario y el equipo de Luis César Sampedro, que dirige en Lugo su segundo partido fuera de casa, depende de sus propios resultados para eludir el descenso, pero no dispone de margen de error. Necesita sumar dos de los seis últimos puntos en liza, e incluso, dependiendo de otros resultados, la última victoria cosechada frente al Oviedo podría bastar para mantener la categoría.

Si perdemos en Lugo y ganan los rivales, la temporada se jugaría la próxima semana en el Heliodoro, que ha sido siempre un factor muy importante en los éxitos del representativo. Esta vez, también debe serlo. La influencia de la afición se considera esencial para ayudar al equipo a salir de esta situación.

Este planteamiento nos implica a todos. Es el momento de estar unidos, de priorizar la permanencia del equipo en Segunda División y, para ello, hay que volcarse en la tarea. Conviene aplazar los análisis de contenido sobre la temporada. Ya habrá tiempo para exigir responsabilidades. Ahora lo que de verdad importa es eludir un descenso cuyo impacto negativo iría más allá de lo meramente futbolístico. La presencia del club en la elite del fútbol es también la de un vehículo de imagen, difusión y riqueza para nuestra provincia. El CD Tenerife es un sentimiento y ahora nos necesita a todos.

En las últimas semanas, las miradas de la afición se han dirigido hacia el palco y las gradas han abroncado a los máximos dirigentes del club. No es hora de responsabilizar a nadie, pero sí es cierto que la apuesta de las dos últimas temporadas no ha sido la más acertada, al menos con los resultados en la mano. Una vez lograda la permanencia, que esperemos sea este martes, habrá que analizar lo sucedido y hacer autocrítica, que nunca es mala, al contrario.

La Isla se juega su imagen; la capital tinerfeña, su actividad comercial, la supervivencia de determinados negocios; y el pueblo tinerfeño, su orgullo. La Isla merece luchar por el ascenso, por alcanzar la elite del fútbol profesional, no sufrir con la pesadilla del descenso.

Unidad y ojalá podamos celebrar el martes la permanencia. Después, será hora de sentar las bases de una nueva era.

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