Hoy les voy a contar una de tantas historias vividas a lo largo de los años pero ya olvidada. Supongo que alguna casualidad activó mi memoria dado que hablo de un episodio vivido hace años.

Una amiga me alertó sobre la situación en la que vivía un matrimonio y sus tres hijos en el sur de Gran Canaria. Malvivían en una chabola, en las peores condiciones posibles. La miseria en estado puro. Confirmé la información, llamé a un fotógrafo y nos fuimos a la zona para contar la historia y ver si podíamos echarles una mano. Las fotos del reportaje las hicimos en la cocina, una ruina en la que cubos, garrafas y cajas de leche hacían imposible caminar. Los niños jugaban en la puerta de la chabola, ajenos a su miseria.

Al día siguiente, La Provincia publicó en primera página la foto y la historia, una historia cuya crudeza era tal que el Ayuntamiento de Agüimes, creo recordar, les asignó una vivienda. Hasta ahí la parte informativa.

Días más tarde, la mamá y los niños se presentaron en el periódico. No sabía a qué venían, luego supe que querían dar las gracias y esas cosas. De repente, prometo que así ocurrió, la madre sacó un sobre del bolso. Al ver mi cara de sorpresa dijo: "venimos a pagarle...". "¿El qué?", pregunté, "su trabajo...". "Ustedes no le deben nada a nadie, guarden el dinero para otras necesidades".

En el sobre había unas 20.000 pesetas que les había prestado un empresario. Cuando los acompañé a la salida uno de los niños dijo tener hambre y entonces aproveché para decirles que fueran a comer un restaurante cercano. Se fueron y no les volví a ver.

Hace unos días conté la historia en Facebook; alguien reconoció el caso y propició un reencuentro. Los niños ya son hombres, altos y guapos.

La vida y sus sorpresas.