Una administración pública que funcione, eficiente, rápida y solucionadora de los obstáculos que imposibilitan una economía fluida, es lo que necesitamos en Canarias. Es el reclamo constante del tejido empresarial, que ve entorpecido su normal desenvolvimiento por el muro burocrático, cual gigante páralo todo, que frena cualquier actividad dinámica. La iniciativa privada es propositiva, diligente, gestionando múltiples asuntos con solvencia, lo cual choca frontalmente con esa administración torpe, lenta, grande y acomodada. Decía Peter Drucker que "la mejor estructura no garantizará los resultados ni el rendimiento. Pero la estructura equivocada es una garantía de fracaso". En estos momentos, hay una total dislocación en cuanto a la asignación funcionarial y las necesidades reales de los distintos departamentos. En unos, hay demasiado personal y en otros, no se le encuentra por ningún lado. El envejecimiento que se ha producido como consecuencia de no haber continuado con la normal tasa de reposición, por la crisis padecida, ha hecho que los funcionarios con más capacidad, experiencia y motivación estén jubilados o a punto de jubilarse, sin visos de que sus puestos sean ocupados inmediatamente.

No cabe duda que los dos caminos, uno, la iniciativa privada y otro, la actividad pública, no van en la misma dirección, es más, en la mayoría de los casos chocan frontalmente y además, las velocidades son astronómicamente diversas, por un lado, la velocidad de crucero ininterrumpida de lo privado, deja atrás la lentitud desesperante de lo público. No entendiendo que, en el mundo de lo digital, todavía se utilicen procedimientos decimonónicos, fuera de contexto y estrepitosamente calmosos. El "vuelva usted mañana" de Larra está hoy más vigente que nunca. No se trata de pedir una administración más grande, que sería un graso error, sino de hacerla más eficiente, que no es lo mismo y es lo que se necesita. Además, hay que implementar la necesaria productividad, que siempre ha sido ajena a la administración y que ahora tiene que ser exigible. El mundo ha cambiado y está en una continua reconversión a todos los niveles, por lo tanto, no puede quedarse al margen una nueva forma y funcionamiento de la cosa administrativa, porque todo lo que no se acomode a esta nueva realidad de la prontitud, digitalización y dinamismo, se quedará sin funcionar.

Los sindicatos en toda la Unión Europea, en las ultimas décadas, han sufrido un decaimiento significativo en su afiliación, en todas aquellas actividades que comprenden la iniciativa privada, en cambio, han mantenido su fortaleza o mejor dicho, su presencia en la Administración pública, donde único cuentan con una afiliación más o menos garantista. Esto hace posible, que la introducción de nuevos métodos de gestión y funcionamiento, se topen con un rechazo sindical, por un malentendido interés corporativista. En todas las actividades humanas aparecen las personas responsables, que ejercen su labor con la competencia requerida, pero también emergen los listillos de turno, parásitos empedernidos y culpables de la mala fama de la carrera funcionarial. Los pocos pudren el cometido correcto de los muchos, porque hay a quien le gusta mucho el trabajo, si lo hacen los demás.

El rendimiento de una administración pública se mide, proporcionalmente, por las facilidades que da a la iniciativa privada, para que puede ejercer su actividad sin entorpecimiento alguno, siendo la única manera de fructificar. Porque es conveniente que suceda lo que dijo Stephen Covey: «Haz que las cosas pasen, no dejes que las cosas te pasen».

* Presidente de Fepeco