Los canarios votamos hoy para renovar el Parlamento autonómico, los cabildos y ayuntamientos. Una cita propia, situada a una distancia, tan prudencial como conveniente, del hiperbólico y crispado ambiente político nacional por el debate sobre la crisis catalana y los presos independentistas, aunque CC recobra su valor en el Congreso con unos votos capaces de condicionar la investidura de Pedro Sánchez y la estabilidad del Gobierno de España tras la suspensión de los diputados de ERC y JxCat. Y sin el temor a que la extrema derecha acampe a sus anchas en las instituciones isleñas.

Las encuestas pronostican una mayoría de izquierdas, liderada por el PSOE, con el apoyo de NC y Sí Podemos, pero la incertidumbre es alta y los indecisos decisivos en unas autonómicas que estrenan sistema electoral. Una lista insular y otra regional. Más suspense si cabe. Por primera vez la mayoría parlamentaria de apoyo al Gobierno se abre, según los sondeos, a un pacto entre tres o cuatro partidos, en una comunidad autónoma ya acostumbrada al acuerdo, alérgica a las mayorías absolutas. Las combinaciones y cruces son múltiples y variados.

Si las elecciones generales fueron relevantes -siempre lo son pero todavía más en tiempos turbulentos-, para tratar de superar la crisis política e inestabilidad institucional que arrastra este país desde hace años, las de hoy -autonómicas, insulares y municipales- son también extraordinarias. Lo son por los nuevos recursos políticos, tributarios, y financieros de los que dispone el Archipiélago -el nuevo Régimen Económico y Fiscal (REF) y el Estatuto de Autonomía- que articulados a través de las instituciones más próximas ofrecen nuevas herramientas, a través de los derechos, competencias y autonomía que nos son propios, para mejorar la cobertura básica de un Estado del bienestar -sanidad, educación y servicios sociales- e intervenir en el frágil modelo económico canario.

También hoy se celebran elecciones al Parlamento Europeo. Aunque parezcan secundarias, distantes o irrelevantes las europeas, son, si cabe, en esta ocasión más trascendentes que nunca. Afectan en lo esencial a la supervivencia de unos valores de convivencia y prosperidad inéditos en la historia reciente de Europa, pero también atañen a asuntos muy importantes para todos nosotros como la gestión de la emigración, la seguridad, la política monetaria, el fraude fiscal, el cambio climático o el trato a las regiones ultraperiféricas.

Pese a que sólo hayan trascurrido cuatros semanas entre la jornada de las elecciones generales y la de hoy, el contexto y el sentido de cada una de ellas son bien diferentes. Se equivocan aquellos que tratan de trasladar sin matices unos comicios generales a unos regionales o locales en fechas tan pegadas. Si en las generales se impuso, con trazos gruesos y brocha gorda, un debate de bloques, polarizado y muy ideológico en el que apenas se habló de programas, sólo de si gobernarían las izquierdas o las derechas, con un lenguaje que con frecuencia recordaba a otros tiempos, en éstas, aunque en ocasiones se ha bajado al barro y jugado en el lodazal con estrategias marrulleras, la atmósfera ha registrado una menor carga eléctrica. La tensión y confrontación ideológica, aun siendo un factor importante, merma de unas generales a unas autonómicas, insulares o locales.

La campaña electoral en las generales estuvo contaminada sobre todo por la entrada de una extrema derecha en las Cortes -aunque también por el conflicto catalán y la hegemonía de los partidos independentistas en su pulso al Estado- que condicionó, y mucho, el sentido del voto. Esa ultraderecha, representada en Vox, ha tenido sin embargo un éxito muy relativo y ha dejado de ser un argumento activo para las elecciones de hoy, aunque los independentistas mantienen la capacidad de intoxicar y enredar al resto de formaciones con sus perversas estratagemas para romper el modelo constitucional español. Salvo por minorías que aplican una solidaridad mal entendida con otros territorios, rupturistas anacrónicos y trasnochados de otro régimen, Canarias se ha librado, por el momento, de entrar en este tóxico territorio del independentismo o la ultraderecha.

De esta forma, la confrontación sectaria que domina la política estatal queda muy difuminada en las Islas. O al menos se configura de una forma diferente al resto del Estado. La presencia de dos fuerzas nacionalistas, una de centro-derecha (CC), y otra de izquierdas (NC) se interpone en la dinámica de bloques ideológicos entre PSOE-Podemos, por un lado, y PP-Cs, por otro, lo que junto a otros partidos, como la Agrupación Socialista Gomera (ASG), pequeño, insular, pero influyente para la conformación de mayorías estables, abre complejas operaciones de álgebra política. El nuevo Parlamento de Canarias, elegido según la reciente reforma del sistema electoral, con diez diputados más, incorpora un cupo de representación directa del voto de los ciudadanos al incluir una lista regional de nueve escaños en un intento, tan bien intencionado como fallido, de plantear una elección directa del presidente del Gobierno.

Las expectativas de las fuerzas políticas con opciones de formar un Gobierno en Canarias se abren a intrincadas, sorprendentes y en ocasiones contradictorias alianzas, camufladas bajo promesas de campaña capaces de evaporarse la misma noche electoral en función de combinaciones matemáticas a tres bandas: Gobierno, cabildos y municipios. Si el resultado tras la apertura de las urnas queda muy abierto los dos principales partidos, CC y PSOE, llamados a liderar el Ejecutivo canario, introducirán parámetros nuevos para despejar incógnitas en las complejas operaciones de ingeniería política del Archipiélago.

Coalición Canaria, que tiene su principal aval en el candidato a la Presidencia del Gobierno, Fernando Clavijo, lastra la permanencia de 26 años de continuidad ininterrumpida en el poder regional aunque con una bisagra bien engrasada hasta ahora entre socialistas y populares. Pese a ser conscientes de que el partido arrastra achaques y vicios y una prolongada continuidad en el poder conlleva aburrimiento o hartazgo en el electorado acuden a las elecciones con la autoestima estimulada tras lograr hace un mes dos escaños en el Congreso. Por primera vez se enfrentan al riesgo real, según los sondeos, de salir de los principales centros del poder, pero Coalición confía en su hasta ahora infalible instinto de supervivencia para sobreponerse a las adversidades y pronósticos más adversos porque los datos sociales, económicos y laborales les son más favorables que hace cuatro años.

El PSOE lleva la inercia de saberse el partido ganador. No deja de ser una paradoja que su principal motor de tracción sea a la vez un freno de mano si las expectativas tan altas que tiene para conquistar el poder se frustran al final si la victoria no es tan holgada o requiere de alianzas imprevistas. El candidato socialista Ángel Víctor Torres se ofrece al electorado como un hombre de paz, como el mejor garante ante el Gobierno de Pedro Sánchez para apaciguar las crispadas relaciones institucionales entre Madrid y Canarias a cuenta del respeto al fuero canario. El partido es un volcán, apagado ahora, a la espera de que un triunfo electoral sede a las alborotadas tribus de una formación cainísta, frustrada por no haber sabido aprovechar las debilidades de Coalición cuando convivió con los nacionalistas en el Gobierno. Aunque parezca inalcanzable el 37% de apoyo electoral de Juan Fernando López Aguilar desde entonces nunca antes han estado los socialistas tan cerca de ser de nuevo, como con Jerónimo Saavedra, el partido alfa de Canarias.

Al PP aún le dura la depresión de las generales. En convalecencia, dolorido, con roturas internas traumáticas, fugas de última hora y un más que evidente desconcierto ideológico no pasa por su mejor momento. Trata de sobrevivir a esta indisposición con la gloria que aún le queda de aquellos tiempos en que la formación aparecía como un ejército compacto e imbatible. A Sí Podemos se le ha agotado la fragancia refrescante y pura con la que irrumpió en el mercado electoral hace cuatro años. La conquista celestial ha quedado en el más terrenal deseo de acoplarse con comodidad a los socialistas, si se puede. Nueva Canarias, un partido joven pero que parece ya mayor, busca fuera las causas internas de una prematura senectud para mantener el brío, músculo y vigor en dosis que solo el poder proporciona. Y Ciudadanos no solo tiene de nuevo ante sí la puerta abierta del Parlamento sino también, si las circunstancias le son favorables, decidir el Gobierno de Canarias mientras continúa con su evolución ideológica mutante donde aún no ha encontrado la palanca para el impulso definitivo y superar al PP.

Abiertas las urnas a Canarias toca ahora elegir a los encargados de salvaguardar, defender y reivindicar las singularidades económicas, fiscales y autonómicas amparadas por el nuevo REF y el Estatuto, el gobierno en las instituciones más singulares del Archipiélago, los cabildos, y en los ayuntamientos, que gestionan los asuntos más cotidianos y no por eso menos importantes.