Se inauguró en martes la decimotercera legislatura de la democracia (mal fario lo de ser la 13), en una situación como mínimo inusitada: la toma de posesión en el Congreso de cuatro diputados presos, que mañana a más tardar serán suspendidos en sus funciones, y la sorprendente proximidad de las elecciones locales (en toda España) y las regionales (en medio país), además de unas importantísimas elecciones europeas a las que nadie parece prestar la más mínima atención, más allá de la preocupación por si la ultraderecha sumará votos suficientes para dinamitar Europa.

Además, con la polémica toma de posesión de los diputados presos, realizada en términos no de acatamiento constitucional a la ley, sino de desafió a las instituciones del 78 -pero igualmente consentida por la presidenta de la Cámara, Meritxell Batet-, se hace patente que Sánchez se ha de enfrentar al constante desafío y amagos de insurgencia de la banda del 1 de octubre. Y lo hace sin decidirse a enviar un mensaje claro a la nación: ese maestro de la táctica y el oportunismo que es Sánchez, parece decirnos hoy que no gobernará con quienes desafían al Estado desde la independencia catalana, y que también le gustaría dejar fuera a quienes desde Podemos aspiran a reventar el sistema desde dentro. Pero lo cierto es que Sánchez carece del poder suficiente para poder gobernar sin -al menos- el apoyo de uno de sus dos grandes socios en la censura a Rajoy. Los votos de regionalistas, PNV y mareas varias no parecen suficientes para sostener el sueño con el que Sánchez sueña: presidir un nuevo Gobierno en minoría con el que se puedan repetir otra vez los gestos y promesas que paseó por el país tras la moción de censura. Con un tercio de diputados más que los que tenía cuando desalojó a Rajoy de La Moncloa, Sánchez lo tiene ahora -sorprendentemente- más difícil para articular un gobierno en solitario. Porque este no es ya un Gobierno provisional. Pablo Iglesias quiere estar en el Gobierno, y si no logra entrar optará sin duda por quedarse fuera y que se note.

Sánchez se ha apresurado a lanzar un puñado de propuestas de grandes pactos de Estado, pero la verdadera cara de sus intenciones de pacto y acuerdo se verá el lunes, cuando haya que empezar a negociar una a una las grandes ciudades y regiones, y se revele ante los ciudadanos cuales son los aliados preferentes.

Sánchez tiene ante sí una legislatura muy complicada. Es verdad que ha hecho crecer a un PSOE construido a su conveniencia, pero sus apoyos políticos se han visto mermados, tanto por su izquierda como por su derecha. Hacerse aprobar cuatro presupuestos, mejorar el empleo, reducir la desigualdad, sostener el bienestar, hacer frente a la recesión que viene y resolver el conflicto catalán, son demasiados retos para acometerlos solo con 123 diputados y algún espontáneo. En fin? que tenga suerte. Por el bien de todos.