He pasado unos días viviendo entre Urgencias y Paliativos en el HUC. Mi suegra, Antonia Gorrín, gran madre, buena mujer, pero sobre todo mejor persona, murió de repente. No hablaré mucho sobre eso. Creo que pertenece al dolor personal y al lado íntimo donde guardamos el amor por quienes queremos de verdad. Ahora, su recuerdo lo metes en una cajita del cerebro y lo sacas a pasear con una sonrisa.

Tenemos una sanidad aceptable, seguramente mejorable. Ni la mejor ni la peor. Cada uno tiene su opinión. Probablemente con falta de recursos, pero la tenemos. En otros países más avanzados ni existe. Pero lo que es impresionante es el talento y la calidad humana de los profesionales. En Urgencias y Paliativos deben haberlos traído de otro planeta donde seguramente les han inyectado dosis de solidaridad y amor. Y luego, los mandan a la Tierra para cumplir su misión de cariño.

Menos mal que entre la vida y la muerte tenemos a estos profesionales (y en la sanidad canaria los tenemos magníficos) que en los malos momentos, cuando todo se derrumba alrededor, son capaces de amar en tiempos revueltos. Gracias por tanto, a cambio de tan poco. Y a ti Antonia, suegra eterna, descansa, porque si es verdad que hay Dios en el cielo, ya estarás hablando con él, mandando, organizando y ofreciendo esa dulzura que solo tú sabías. Que Dios te bendiga.