Soy de la radio. También soy periodista y ser humano. Pero antes que todo, soy de la radio. Mi padre trajo una vez la radio a casa y mi madre creyó que en ella habitaba un mecanismo diabólico que hablaba como las personas. Y lo rechazó. Mi padre se las arregló para volver a traer aquel artefacto que hablaba, y lo trajo una vez que mi madre no estaba en casa. Esa vez la radio ya se quedó para siempre. Mi madre también se hizo oyente de radio.

Gracias a la radio aprendí a leer. Y gracias a mi madre y a El Día. Un día alguien trajo a casa un recorte de este periódico en el que había una crónica de una barranquera terrible que ocurrió en la isla de La Palma. Era 1956, yo tenía ocho años. Yo no sabía leer porque no podía ir a la escuela. Ya no voy a contar más por qué no iba a la escuela. Lo cierto es que gracias a aquel recorte, que mi madre me leía cada día, todos los días, y a todas horas, aprendí primero el sonido de las palabras y luego las palabras. A descifrar las palabras. Me hizo un hombre para la vida.

La radio llegó al tiempo que la radio. Ahí estaban, pues, la radio y el periódico, que luego, de un modo u otro, han marcado mi oficio de vivir, los oficios de vivir. Ahora que Radio Club Tenerife acaba de cumplir 85 años debo decir que hubo varias emisoras que entraban en casa a través de la radio, pero yo no les ponía nombre. Radio Juventud de Canarias, Radio Sevilla, Radio Nacional, Radio Barcelona? y Radio Club Tenerife. Las emisoras de Barcelona llegaban muy nítidamente, desde media tarde; esa frecuencia con la que yo escuchaba noticias de Barcelona (y del Barcelona) es la razón por la cual yo soy azulgrana desde chico. Tan azulgrana fui desde la adolescencia que firmaba en la escuela como Juan Azul Grana.

Lo cierto es que Radio Club era una de esas emisoras. Descubrí el fútbol, sobre todo, a través de la emisión de las cuatro de la tarde de Avelino Montesinos, un legendario periodista de radio que dirigía a esa hora la versión isleña de los deportes en Radio Club. Desde entonces asocio esa hora y el fútbol con la mortadela, pues justamente a las cuatro mi madre me ponía para merendar un bocadillo de mortadela. En ese dial de Radio Club descubrí en seguida Matilde, Perico y Periquín, los concursos de José Luis Pécker y, sobre todo, el legendario programa de humor de Pepe Iglesias El Zorro. "Yo soy el Zorro, Zorrito, para mayores y pequeñitos?".

Fue un tiempo de intenso aprendizaje en el que yo no sabía que estaba aprendiendo. La radio fue la otra voz de aquel magisterio doméstico que me convirtió en la persona que luego habría de ser, muy pronto, cuando don Julio Fernández, que era administrador de El Día, precisamente, me acogió en su periódico deportivo, Aire Libre, una leyenda inolvidable de aquel periodismo artesano que constituía su semanario.

Lo que la gente no se cree, cuando cuento estas cosas, es que la radio llegaba a mi casa por los pies. Pero así fue. Era muy accidentada la manera en que llegaban las ondas a aquella vereda del barranco de San Felipe, donde está nuestra casa. Y como no alcanzábamos a sintonizar adecuadamente las emisoras (también Radio Club) mi madre me ponía la antena entre los dedos de los pies. Y entonces ya entraba nítidamente la sintonía. Debo decir que ahora, cuando la radio no funciona, intento hacer lo mismo. Pero ya la radio entra de otras maneras mucho más tecnificadas y los pies no tienen nada que ver con la recepción de las ondas.

En definitiva, este aniversario tan importante de Radio Club Tenerife me ha llenado de recuerdos y de gratitud. Sin la radio no hubiera sido periodista, sin El Día no hubiera sido periodista, sin don Julio Fernández no hubiera sido periodista. Y, claro, sin mi madre no hubiera sido nada.