Fue leyendo datos sobre la ansiedad y el consumo de ansiolíticos en España lo que me puso lo pelos de punta. Somos el país de Europa que más ansiolíticos consume y el segundo del mundo. ¿Espeluznante no?

Dándole vueltas en mi cabeza para poder entender cómo se ha llegado a eso, voy analizando las diferentes variables y no me explico cómo un país, donde reina la fiestera expresión charanga y pandereta, sobreviva con ansiolíticos.

¿Cómo hemos llegado a eso?

Antes de nada, entendamos el término del país de la pandereta. Fue Antonio Machado (1875-1939), miembro de la Generación del 98, quien acuñó esta expresión, el cual en una de sus poesías utilizó está frase: "España de charanga y pandereta". Machado consideraba que la España anterior al 39 era, por un lado, un país volcado en la fiesta, en la picardía y en la falta de seriedad; y por el otro, un país triste, de espíritu quieto, que ruega y bosteza. Un país dicotómico, polarizado entre la alegría que produce la fiesta y la tristeza que produce la indefensión de los diferentes momentos históricos que han transcendido en nuestra sociedad. De acuerdo, entonces nuestro país fue, esencialmente, una "España de charanga y pandereta", pero todos sabemos que atrás quedó lo anterior al 39, que muchas cosas han pasado desde entonces, y que, desde hace unas cuantas décadas, se está luchando para que nuestro país progrese. El problema es que, por lo pronto, conviven el espíritu de la charanga y pandereta con la decisión de hacer una sociedad más eficaz.

España es un país regado de virtudes y defectos, donde la alegría innata del español se mezcla con la consabida envidia, la desobediencia y la discordia. Si sumamos todo, podemos entender que el resultado base sería la insatisfacción, un estado emocional que va perpetuo a la sombra del espíritu español. Queremos sentirnos bien, pero no podemos, hemos mal aprendido que es la situación externa la culpable de hacernos sentir mal y la interpretamos como amenazante.

Entonces, ¿cómo nos enfrentamos a esa situación?

Todos los seres vivientes disponemos de tres formas básicas de afrontar una amenaza: luchar, huir o quedarnos inmóviles o paralizados.

En psicología, estas tres formas de reaccionar dan lugar a 3 estilos de afrontamiento: El estilo sobre-compensador que corresponde a la lucha, el estilo evitador que corresponde a la huida y el estilo rendición que corresponde a la paralización.

Un país donde la pandereta es la reina de la fiesta, da a entender que es a través del estilo de la evitación, donde los españoles tendemos a refugiarnos. Evitar pensar, sentir o exponernos a situaciones que generan temor o inseguridad. Es por ello que utilizaremos conductas opuestas a las que estamos experimentando y que mantenidas nos pueden llevar a patologías adictivas como, por ejemplo: beber en exceso, consumir drogas, comer en exceso, limpiar obsesivamente, trabajar adictivamente, comprar compulsivamente y un largo etc. Se busca el placer, la evasión, el no pensar, buscar cosas que te hagan sentir mejor, y ahí, en función de la persona y sus circunstancias, hay una larga lista de conductas que pueden ser más o menos tóxicas para su vida en particular.

Entre la insatisfacción y el estilo evitativo surge la ansiedad como respuesta a un sumatorio de situaciones que vamos interpretando como negativas. La ansiedad es el miedo a lo que nos pueda ocurrir, a perder el control, a no poder hacer aquello a lo que nos estamos exponiendo o nos vamos a exponer. La ansiedad es una respuesta biológica sana que, mal entendida o mal gestionada, evoluciona como un continuo, convirtiéndose en insana. Y lejos de buscar una solución eficaz para aprender a manejarla, se busca la solución más rápida. La pastilla que me la quite. Y así entramos en una espiral que hará que nos convirtamos en dependientes de farmacología que, a su vez, debido a la tolerancia, ira in crescendo en miligramos y en nuevos o diferentes fármacos.

La ansiedad habla de nosotros, es una respuesta subjetiva y cultural. Cuando la ansiedad sana pasa el umbral biológico de la eficacia para convertirse en insana, lo correcto es ver qué nos ocurre, entendernos, ver el origen, y la evolución del problema para así poder solucionarla. Si nos medicamos constantemente, la frenamos sí, la evitamos, pero objetivamente no estamos enfrentándonos al problema real, que ciertamente está dentro de nosotros y no fuera. ¿Cómo es posible que una misma situación sea interpretada mejor o peor en función de la persona que lo vive?

Visto todo esto en pequeñas pinceladas, y expuestas sólo algunas de las múltiples variables, podemos llegar a la conclusión de que, sin dejar a un lado la pandereta que nos caracteriza, debemos aprender a enfrentarnos a la vida de otras maneras que sean más eficientes, eficaces y efectivas, sin tener miedo al miedo, sin evitar. Tenemos que aprender a conocernos mejor y mirar hacia dentro, ver nuestra trayectoria de vida, nuestra idiosincrasia. Hay que saber identificar nuestras emociones y qué las producen, averiguar dónde están nuestros aprendizajes tóxicos para poder transformarlos. La vida es evolución y constante cambio, se puede hacer. No la evites y con la pandereta en la mano enfréntate a esa ansiedad insana hasta que se vuelva sana. ¡Animo!

*Psicóloga y Terapeuta

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