Solo puedo darte las gracias. Qué buenos tiempos hemos pasado juntos, mirándonos y compartiendo intimidades sobre la parrilla. Las legendarias cinco horas entre Santiago Carrillo y Adolfo Suárez para facilitar la Transición española no son nada al lado de nuestras historias. De la mano, a tu alrededor observando la forma más pura de hacer patria. Da igual el candidato porque tú eres la verdadera esencia de la vida política, mi querido salvoconducto para llegar a lo más alto. Atrás dejo los absurdos códigos éticos que nos alejan de la ciudadanía, porque tú eres mi talismán y la brújula que guía nuestro ideario. Lo eres todo para mí, mi tabla de inspiración cuando no salen las cosas, mi suero cuando nos van mal las encuestas; eres mi escape frente a los que nos investigan, mi grúa hacia el éxito, la savia que brota para el campo, el regalo de mayores y viejos? yo te vi primero y fue ahí cuando te quedaste. Nos guías cuando cargamos santos, cuando nos vamos de fiestas patronales, siempre dispuesta para llenar parques y plazas, siempre atenta para convencer y apaciguar; ay, mi amada chuleta de cochino. Mientras otros seducen con las viejas artes de la oratoria y la base programática, los buenos luchamos a tu lado. Dicen que el poder y la justicia dejaron de depender de la voluntad de los dioses y comenzaron a entenderse a partir del pensamiento, y que así fue como nació la política como labor para el bien común. Sin embargo, tú, chuleta de cochino, fuiste el grial que encontramos como fuente de sabiduría. Tú, que nos regalaste mayorías absolutas, que nos reuniste al cobijo del asadero con el timple de la tierra justa para todos, ha llegado el momento de pedirte un último esfuerzo. Un empuje final para seguir adorándote y elevándote; un impulso definitivo para llegar a la gloria. Muchos dicen que somos los que mejor la hacemos, tan tierna y doradita, aunque eso todavía no lo ha podido demostrar la demoscopia. Nos critican y machacan, pero a la vez nos copian y plagian. Cuanto peor nos sitúan, más fuertes nos hacemos y más chuletas ponemos en la parrilla. Sigan ladrando que nosotros cabalgamos. Te empezamos a querer hace ya muchos años, cuando gracias a tus propiedades nos metimos en el tejido social de pueblos y barrios, a través de asociaciones de vecinos a cuyos actos y comidas siempre acudíamos. Nunca te vamos a dejar sola. Recuerdo ese primer día. Nos atrevimos a poner guaguas e invitamos a los mayores del barrio, que casualmente coincidía con una de aquellas elecciones que ganamos por mayoría. Muchos nos advirtieron de no hacerlo, pero queríamos modernizar las viejas costumbres. Todos reían, cantaban y bailaban; nuestro mundo de alegría donde cabemos todos. Prometo que si salimos a ganar pondremos postre, una oda a la dulce victoria. Cuánto nos queda por hacer y qué ganas de seguir. Tú, chuleta de cochino representas nuestra fuerza, como el marxismo a los comunistas, la caridad a la Iglesia o la criptonita para Superman. Tú, que igualas los éxitos y nos llevas a la omnipresencia; llegamos a todos lados gracias a tu ubicuidad, porque no hay punto cardinal donde no estemos. Concubina, amiga, amante de los buenos momentos; jamás te cambiaré por la paella de los populistas o el catering de los pijos. Tú estarás con nosotros alimentando con tus minerales, proteínas y vitaminas locales, regionales y nacionales. Textos, estudios clásicos y modernos, eruditos de la teoría política que sucumben ante tu potestad y mando. La tenían delante y no se dieron cuenta. ¿Recuerdas la última que hicimos?

@luisfeblesc