Entiende el que fuera embajador español ante la Santa Sede Francisco Vázquez que el presentismo es el empleo de la historia bajo el calidoscopio de determinados sesgos ideológicos, donde los buenos y los malos no lo son por los hechos, sino por su identificación con determinadas interpretaciones que hoy en día se quieren imponer. Y lo hace desde su perspectiva de hombre de izquierdas -él, que lo fue casi todo en el PSOE, aunque se dio de baja en 2014 precisamente por su discrepancia con la línea de su partido que, según él, ponía en entredicho la propia Constitución y, sobre todo, la transición democrática-, lamentándose de que los actuales partidos de izquierdas, al practicar el desconocimiento, cuando no la tergiversación de la historia, han conseguido en muy poco tiempo reabrir todos los conflictos pasados cuando ya los creíamos felizmente superados.

Ese presentismo de izquierdas es el que está llevando a cierta parte de los estudiantes universitarios -se supone que veinteañeros-, con la aquiescencia de los responsables docentes, a que se ponga en marcha una iniciativa de la Universidad Autónoma de Madrid, y que se ha de extender por otras 26 universidades españolas, incluida nuestra Universidad lagunera, en la que se celebre un referéndum para elegir -según dicen ellos-, "democráticamente y sin imposiciones" el sistema de gobierno. Pero no el de las universidades, que podría ser, y convertir las universidades públicas españolas en asambleas de estudiantes donde ellos nombren "democráticamente y sin imposiciones" a los rectores y demás cuadros docentes, e incluso pongan las normas por las que se ha de regir las valoraciones académicas, no, se trata de definir, nada menos que la propia idea de España, eligiendo la forma de Estado.

Dicen que salió por mayoría que los jóvenes universitarios de hoy, que no conocen por razones obvias otra forma de Estado que la monarquía, prefieren la república; además de estar a favor de que se celebre un referéndum vinculante para elegir el modelo de Estado. Y lo dicen afirmando -ellos, todos universitarios-, que lo hacen porque quieren expresarse libremente sobre un régimen impuesto. ¿Impuesto? Pero en las universidades españolas, aparte de ir a clase, el que vaya, ¿no se estudia y se aprende la historia? Claro que cabría preguntarse si en realidad se enseña la historia tal y como sucedió o tal vez como a algunos les hubiera gustado que ocurriera.

Pero la realidad siempre se impone y habría que decir que en España sí se votó "libre y democráticamente" la forma de Estado que, casualmente, fue la monarquía; lo que no se votó fue, precisamente, la república. Monarquía que fue restaurada, que no instaurada, y que constituye una tradición europea desde hace siglos -y aunque se puede uno remontar a los tiempos visigodos, realmente su constitución formal data de 1496, cuando contrajeron matrimonio en Valladolid Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla-; y que se votó no una vez, sino dos: la primera vez fue en el referéndum sobre el proyecto de Ley para la Reforma Política de diciembre de 1976, y que obtuvo un 94,17 % de votos a favor; lo que constituyó, sin duda, una "voladura controlada del régimen franquista", y que sirvió, efectivamente, para avanzar hacia la democracia a través de lo que Torcuato Fernández Miranda denominó: "De la ley a la ley, a través de la ley", para evitar cualquier vacío legal. Y la segunda vez fue por medio del referéndum sobre la Constitución de diciembre de 1978, que obtuvo un 87,78 % de votos a su favor. Luego, es absurdo, además de falso, el decir que la monarquía actual nos ha sido impuesta a los españoles. Simplemente la elegimos democráticamente; como elegimos la organización territorial del Estado o respetar los derechos históricos de los territorios forales.

Lo que no se entiende, o sí, es qué pretende la izquierda de este país que, casualidades de la vida, se alinea con los peores enemigos de España, como son los independentistas, para cuestionar nuestra forma de Estado, nuestra ejemplar reconciliación y hasta nuestra propia Constitución; cuestionando, desde un punto de vista revanchista y guerracivilista, el proceso democrático que nos ha conducido a que disfrutemos de cuarenta años de paz, democracia y libertad. Tal vez echen de menos el pasado convulso que nos trajo las dos repúblicas: la primera de apenas un año y la segunda de casi 8 años de vigencia, ambas violentamente extinguidas; o los pronunciamientos; o las guerras civiles que causaron miles de muertos y de exiliados, o quizás, incluso, la propia dictadura. De ahí su obsesión con Franco.

Menos mal que tenemos la figura del rey. Al menos alguien se toma en serio la responsabilidad de su cargo y que, además, es consciente, y así lo pone de manifiesto siempre que puede, que la soberanía nacional reside en el pueblo español; y que nada ni nadie está por encima de la Ley: "Sin respeto a las leyes no hay ni convivencia ni democracia", dijo su majestad cuando le fue entregado recientemente el premio de la Paz y de la Libertad, donde, además, añadió: "No es admisible apelar a una supuesta democracia por encima del derecho".

macost33@gmail.com