Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Lean la frase inscrita en el arco de entrada de los tiempos que vivimos. Como el Todo por la Patria de los cuartelillos de la Guardia Civi. La gente no está para discursos complicados ni descripciones complejas. Quita pallá. En el periodismo existe el principio de la pirámide invertida. Empiezas la información por un titular que al lector le ofrezca ya una idea de la noticia sin la innecesaria necedad de leerla. Y después un lead o entradilla, donde se condensa, en unas pocas líneas, todo lo que desarrollarás después a beneficio del inventario de unos pocos ilustrados capaces de adentrarse en la aventura de leer.

De esas lluvias, estas redes sociales. Ahora mismo todo se ha instalado en el imperio de unos pocos caracteres en los que hay que ser ocurrente y llamativo. A cualquiera le pasa que llega a una tertulia o programa y le dicen: "explíquenos el contenido del Ulises de Joyce en treinta segundos". Y ahí que te lanzas a lo imposible sabiendo que el esfuerzo inútil conduce inexorablemente a la estupidez.

La síntesis no es mala. De hecho es un propósito laudable. Pero entre quienes se explayan interminablemente en argumentos circulares y quienes todo lo reducen a una simple frase poderosa, existe un saludable término medio. Es imposible explicar temas complejos reduciéndolos a un titular de consumo rápido. No se puede, no se debe y conduce a un esperpento de la realidad.

La última víctima de todas estas urgencias y brevedades es el candidato del PP al Ayuntamiento de Santa Cruz, Guillermo Díaz Guerra, a quien un desafortunado tuit, escrito al parecer por su equipo de comunicación, ha llevado al centro mismo de la polémica. No le voy a quitar más plumas de las que ha perdido. El mensaje fue un clarísimo error. Lo realmente penoso es que nos hayamos acomodado al simplismo escandaloso, a escribir y juzgar por unas píldoras que ni recogen el pensamiento complejo de las personas ni permite atisbar el pensamiento de nadie. Porque nadie piensa a ráfagas.

Este es el tiempo de la comida rápida, de las conversaciones rápidas, de la vida rápida, de las relaciones rápidas, de las exigencias urgentes. Tenemos prisa por vivir, por convencer, por hablar y por escribir. Por conseguir las transformaciones sociales para ahora mismo. McLuhan dijo que el medio es el mensaje. El mensaje ha terminado por convertirse en un resumen. Y el medio también. Y los términos de esa reducción se basan en lo ruidoso y lo inane. La vida nos pasa como una centella y los temas llegan y se van como un bloom de microalgas que se deshace en las corrientes oceánicas. Los escándalos estallan como una detonación nuclear y se desvanecen tan rápidamente como llegaron. Todo es fugaz, excepto la estupidez. Porque esta ceremonia colectiva de la frugalidad nos está convirtiendo en una sociedad idiotizada que solo es capaz de consumir por el aspecto del plato. Y que lo digiere todo insaciablemente pidiendo más y más levedad.