Mariano Rajoy, en campaña, es como la sombra del Rajoy presidencial, pero el Rajoy que leía el Marca en La Moncloa ya era un enhiesto surtido de sombra y sueño, que decía Gerardo Diego. Ahora ha venido a Canarias, y para mayor regocijo lo ha hecho para apoyar la candidatura de Josefa Luzardo a la Alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria. En algún momento, después de la espantada de Salud Gil, el PP dio por perdido el Ayuntamiento de la capital y surgió el nombre de la señora Luzardo como un inminente fracaso consensuado entre todos. Nadie ha explicado las razones para presentar de nuevo a la política que perdió una cómoda mayoría absoluta en 2007, pero es que desde el PP ni siquiera se ha proporcionado ni una migaja de información sobre la fuga de la señora Salud Gil, ni siquiera en una surrealista rueda de prensa de María Australia Navarro.

-Pregunten, pregunten, no hay nada que esconder, transparencia plena, total, incondicional.

-¿Por qué la señora San Gil ha renunciado a la candidatura?

-Pero pregunten, vamos, ánimo, somos transparentes, no hay problema ninguno.

-Le he hecho una pregunta.

-Ah, no me lo pareció. Bien, la señora San Gil ha renunciado a la candidatura por una serie de circunstancias?

-¿Qué circunstancias?

-Una circunstancias que se dieron en serie. Abogamos por la transparencia, somos transparentes, no paren de preguntar, ritmo, mucho ritmo, ritmo de la nocheeeeee?

Luzardo es una víctima propiciatoria encantada de su propio sacrificio. Al menos volverá a tener un efímera notoriedad en medio del holocausto. Hace algunas semanas comentó inocentemente que sabía que se la jugaba, pero la exalcaldesa, exsenadora y exdiputada no se juega nada: va a perder y se la ha elegido para perder porque no había nadie, obviamente, que quiera asumir el fracaso como destino. Y por eso, precisamente, vino a apoyarla Mariano Rajoy. Todavía Pablo Casado debe simular algún dinamismo (ahora mismo, corriendo hacia el centro con convicciones nacionalcatólicas lastrándole los zapatos), pero Rajoy no. Rajoy puede ser el mismo, es decir, aproximadamente nadie, para soltar frases históricas, como que con el PP a España -y a Canarias- le va mejor. Como le va mejor un laxante que otro a un jubilado, es un suponer. Mariano Rajoy: el formidable estadista que se despidió de su presidencia ausentándose del debate de la moción de censura para irse a comer y prolongar la sobremesa con media docena de colegachos hasta cerca de medianoche. "¿Eso ha terminado?" "Todavía no". "Pues que traigan otro pacharán". No hay nadie mejor entre el cielo y la tierra para animar a Luzardo en su carrera hacia el estampido de unos resultados espantosos para el Partido Popular en Las Palmas de Gran Canaria.