Viene el título por una situación paradójica que me concierne. Se da con un libro que escribí sobre Francisco Aguilar y Paz, que ni siquiera presenté, y que no había dejado rastro en ninguna de las universidades: Rebiun-Baratz (red de bibliotecas universitarias) te permite conocer qué libros tuyos terminan en universidades españolas. Mi libro Francisco Aguilar y Paz. El disidente de la vanguardia canaria no estaba en ninguna, incluidas las canarias, a pesar de ser Premio Canarias, hijo predilecto de Santa Cruz y figura descollante culturalmente en Rosa de los Vientos, Gaceta del Arte, cofundador del Instituto de Estudios Canarios y un largo etcétera. Cuál fue mi sorpresa hace unos días, al ver este libro a través de WorldCat.org en universidades americanas, tales como la de Columbia, la de Nueva York (NYU), Pensilvania, Michigan, Yale, Biblioteca Pública de Nueva York, así hasta ocho.

Cuando me puse a indagar sobre el ensayo en la literatura canaria es cuando verdaderamente descubrí al autor. Sin duda, el más singular, poliédrico, culto, desdoblado de todo el grupo de Gaceta del Arte, de ahí que lo subtitulara: el disidente de la vanguardia canaria. La falta de mi libro podía deberse, pensé, a sus ideas políticas (falangista), que muchos apuntaban como causa de su omisión e irrelevancia referencial. Creo que las razones en parte, no desdeñando del todo aquellas, habría que buscarlas en su ausencia de recopilaciones, antologías y rescate de esa generación de Gaceta del Arte por la Universidad de La Laguna principalmente. Algo que se produjo en las décadas de los 80 y 90 del siglo pasado, al focalizarse básicamente en la literatura, donde estaba el oro, sobre todo surrealista, de Gaceta del Arte, junto a un ambiente de tardío ajuste de cuentas con el franquismo y ansia progresista. Quedaba por tanto orillado un contexto cultural más amplio y un ensayo distinto al de la subjetividad (muy cultivado) que es el del pensamiento, del que Aguilar ofrece un contrapunto iluminador, en parte coincidente con María Rosa Alonso cuando confronta a Gaceta con la Revista de Occidente. Westerdahl dijo de él que era el filósofo de la revista. El tiro fijo literario (muy loable) debe abrirse a lo panorámico, contextual, historicista, a concurrencias culturales y polarizaciones personales.

Con los vectores vanguardistas pasa como con cualquier decantación inaugural, que deja mucho fuera y se auto referencia. Las modas de vanguardia y sus utopías convivían con la tradición, el pensamiento múltiple y otros compromisos, como el social efectivo y cierto, más personal.