Aunque aún faltan 18 meses para los comicios presidenciales en EE UU (y la mitad de tiempo para que dé comienzo el período de elecciones primarias), la pregunta que se hacen los norteamericanos y la opinión pública mundial sigue sin respuesta: ¿puede Donald Trump, el controvertido líder de la aún primera potencia del planeta, ser reelegido en su cargo?

Que la respuesta no sea negativa ya es un éxito para el actual inquilino de la Casa Blanca. Tras 28 meses en su puesto (y pese a la amenaza de enjuiciamiento que planeaba por la intromisión rusa en su campaña electoral), Trump registra ahora los niveles más altos de popularidad desde que fue elegido (con porcentajes cercanos al 45%), lo que demuestra que la base electoral que le facilitó su victoria en 2016 mantiene su respaldo.

A ello no es ajeno el hecho de que la economía estadounidense muestra una salud robusta (con los niveles de desempleo más bajos desde 1969) y que su política proteccionista (especialmente, ante China, tal como se ve estos días) sigue siendo bien valorada por parte de los electores de cinturones industriales deprimidos que le dieron su apoyo, con la esperanza de hacer frente al gigante asiático.

En cuanto a sus rivales (ya son una veintena los precandidatos que aspiran a hacerse con la nominación demócrata), tan solo uno parece capaz de vencerle en aquellos estados oscilantes que decantan las victorias presidenciales: se trata del veterano ex vicepresidente de Barack Obama, Joe Biden (que, no obstante, corre el riesgo ser visto como alguien demasiado apegado a la vieja guardia del partido del burro). En cualquier caso (y pese a los que auguraban una destitución temprana o una presidencia destructiva), Trump sigue vivo, de cara a noviembre de 2020.