Hay alegatos de Román que no se acaban de entender. Y no cesa. Despliega en contra de CC una serie de diatribas dialécticas, como si fuera un extraño a esta organización, cuando debido a su apoyo obtuvo las mayores prebendas que se pueda tener en la política canaria.

Desde su pertenencia a ICAN, que posteriormente se integró en CC, pasó de izquierdista irredento a adoptar posiciones más o menos conservadoras. En esta organización fue nombrado director general de Asistencia Sanitaria (1993-1995). En 1995 es elegido director del Servicio Canario de la Salud; y en el periodo de 1999 a 2003 accede a la Presidencia del Gobierno de Canarias. En las elecciones generales de 2004 obtuvo el acta de diputado por CC, fecha en que aparecen discordias personales más que políticas que terminó en la fundación de Nueva Canarias, aunque siguió siendo miembro del grupo parlamentario CC-NC hasta junio de 2007 cuando se pasa ya al Grupo Mixto.

Desde que está al frente de NC se titula nacionalista de izquierdas y progresista, imponiéndose desarrollar, al menos teóricamente, políticas sociales de altura, dedicando un esfuerzo retórico y virtual a combatir las políticas de CC como causante de todos los males que aquejan a las Islas. Pero es evidente que, en muchas cuestiones que puedan estar pendientes de resolverse, Román ha tenido su cuota de responsabilidad porque cuando gobernaba, o no se enteraba o miraba para otro lado. Así que la demagogia es mala consejera, máxime cuando se pretende estar en el polo opuesto a aquel dónde se ha disfrutado de las exquisiteces del poder.

Ante lo que corre por los mentideros, de un posible gobierno PSOE-CC-PNC, manifiesta que de darse esta situación seria un desastre para Canarias, por lo que tendría que imponerse un gobierno con un partido, NC, integrado en una coalición progresista para cambiar ya de una vez por todas el rumbo de la política canaria.

Pero cuando se ha tenido la responsabilidad de gobernar, no es correctamente político tirar balones fuera y quedarse como el adalid del nuevo canto, de un nacionalismo progresista y de izquierdas, porque ahí se encuentra de nuevo con otra incongruencia.

El nacionalismo tiene una meta como ideología política que es donde no interviene la categoría de clase, ni la derecha ni la izquierda; interviene el empeño hacia la construcción de la nación canaria. Primero definamos el territorio y definámonos como nacionalistas, y si fuera posible, más tarde en el tiempo, se hablará de las clases sociales como categoría fundamental.

En estos momentos en que la política gira en torno a los bloques, donde las mayorías están finiquitadas por la dinámica de una nueva historia, es un error grave no enviar al trastero de las cosas inservibles las capillitas y los fulanismos que van contracorriente del nacionalismo canario.

Y ya va siendo hora de comprender e interiorizar que la unidad nacionalista es más necesaria que nunca. Si esta unidad se hubiese logrado en las pasadas elecciones autonómicas, el Parlamento tendría un grupo nacionalista compacto de 24 diputados con influencia decisiva en las políticas nacionalistas a desarrollar.

Sabemos que las reticencias continúan, pero en los arreglos poselectorales debe primar por encima de todo lograr esa unidad con vistas a fortalecer, tal vez, con otro grupo, una mayoría donde las políticas nacionalistas puedan ponerse en práctica para beneficio de Canarias. Y dejarnos de banalidades y monsergas que lo único que acarrearán será malestar y pérdidas de oportunidades en la mayoría de las claves de la política de esta tierra.