No existe nada que no se consiga sin trabajo y esfuerzo. Canarias es el perfecto ejemplo. La historia de estas Islas ha sido una permanente lucha para vencer y convencer de las necesidades especiales de los que son, por su propia condición geográfica, especiales. Cuando estas Islas han estado unidas y han tenido fuerza, sus demandas han sido atendidas por unos poderes peninsulares que jamás han terminado de entendernos y de comprender que somos ciudadanos singulares del Estado y de la Europa a la que pertenecemos.

La vida en estas Islas ha sido posible gracias a esa lucha que ha cristalizado en leyes singulares que protegen las especialidades canarias. Unas especialidades que arrancan desde la época misma que siguió a la conquista del Archipiélago y que han sufrido numerosas vicisitudes hasta llegar a nuestro actual Estatuto de Autonomía y nuestra nueva Ley de Régimen Económico y Fiscal.

Decía que Madrid nunca ha terminado de entender Canarias. Y es así porque la vida continental es muy diferente a la de unas islas que padecen sobrecostos y limitaciones derivadas de su lejanía y fragmentación territorial. Pero a pesar de todo, hoy somos un referente de éxito. Tenerife es un destino turístico de importancia mundial y la vida de los ciudadanos en esta isla está protegida por servicios públicos que funcionan y por una economía que, hasta en los peores momentos, ha demostrado que es capaz de sostener la prosperidad de muchas familias.

Hoy, los resultados de esa lucha están en peligro. Los partidos que representan el centralismo más rancio -alguien que manda en Madrid mientras todos los demás obedecen- han puesto en marcha una ofensiva terrible contra el nacionalismo canario. Somos una molestia, un incordio y un peligro. Quieren echarnos a patadas para que no sigamos representando al pueblo de estas Islas. Algunos dicen que llevamos demasiado tiempo en el poder. Lo dice, por ejemplo, el PSOE que tiene a un presidente insular, el alcalde de Adeje, que va camino del medio siglo en el gobierno de su municipio. Otros sostienen que la vida en esta tierra es un infierno, que nuestros servicios públicos no funcionan y que estamos a la cola del Estado en muchos indicadores.

Los que sostienen esto último son dirigentes políticos cuyos partidos, cuando han gobernado España, nos han negado el pan y la sal. Nos han quitado recursos y fondos para derivarlos a otras comunidades donde tenían mayores intereses políticos. Y ahora, con una amnesia retrógada aguda, pretenden tener todas las soluciones a todos los problemas que ellos mismos han colaborado en crear. Pese a todo lo que dicen, Canarias en general y Tenerife, en particular, están hoy mucho mejor de lo que nunca han estado. Y en parte ha sido porque la gente ha tenido una fuerza política nacionalista que se ha partido el alma luchando por esta tierra para que la voz de los canarios no cayera en saco roto.

Hay mucho por hacer. Por supuesto que sí. Necesitamos dinero para invertir en carreteras: un dinero que nos ha sido robado una y otra vez por gobiernos peninsulares que han sido insensibles con las necesidades de las Islas mientras se gastaban miles de millones en redes ferroviarias y grandes autopistas en el continente. Necesitamos dinero para mejorar la Sanidad, la Educación o la atención a los dependientes: ese mismo dinero que, pese a estar contemplado en el Estatuto de Autonomía o el REF, ha sido desviado para otros territorios más ricos como Cataluña. Necesitamos mejorar nuestra financiación, pero la única manera que tenemos de conseguirlo es que en Tenerife y en Canarias sigamos gobernando los que hemos demostrado, más allá de toda duda razonable, que luchamos por nuestra gente y por estas Islas.

Intenten recordar el nombre de un político, de un líder de un partido estatal, que haya levantado la voz en Canarias o en Madrid para pelearse por esta tierra en alguna de las infamias que nos han hecho en los últimos años. Si no son capaces de acordarse, no se preocupen. No tienen ningún problema de memoria. Es que no existe. Por esa razón la gente de esta tierra debe tener bastante claro en quién tiene que confiar para que defiendan sus garbanzos.