Ayer se dio el pistoletazo de salida de las elecciones locales, autonómicas y europeas del 26 de mayo, las segundas en este intenso 2019 y que, por nuestras circunstancias especiales, harán desfilar a los electores canarios por cinco urnas: ayuntamientos, cabildos, Parlamento autonómico (dos papeletas, la segunda para atender la ocurrencia inaudita de la lista regional, de la que muchos promotores están arrepentidos) y la Cámara europea.

Sin caer en el empacho, la madurez del pueblo soberano aprobó con nota una suma de hechos hilados que taparon la mejoría economía con la matraca secesionista, desatada cuando se descubrió urbi et orbe la corrupción de Jordi Pujol, pleno familiar, súbditos cercanos y entidades necesarias. La provocación y el pulso juntó a la derecha burguesa con partidos de la izquierda republicana, antisistemas y gentes de buena fe y poca instrucción que creyeron en su superioridad y en el expolio secular de Madrid, ensañada contra una raza diferente.

Las mascaradas del referéndum y la Declaración Unilateral de Independencia, el éxodo empresarial, la fuga del patético Puigdemont, el martillo legal del artículo 155, las intervenciones judiciales, las desobediencias reiteradas, las prisiones preventivas, los políticos presos por no respetar la ley que les acreditaba en sus cargos, y el victimismo de separatistas a secas y chulos supremacistas marcaron el tiempo y la danza. Los partidos constitucionales entraron en una marcha sin meta ni retorno, con populismos engallados de derechas e izquierdas, filibusterismos parlamentarios, colisiones reiteradas, frentismos peligrosos mociones de censura, una fallida otra no, gobierno sin presupuestos y elecciones a modo, con campañas incendiarias rayanas en el insulto y la procacidad.

Contra el comprensible desencanto, los ciudadanos de a pie soportaron civilizadamente las mareas y sus embates y acudieron masivamente a votar. Y, lo harán, seguramente, en igual proporción y con ejemplar comportamiento, dentro de quince días. Importa mucho esta vez que los demócratas de todo signo no los defrauden y que, sin renunciar en ningún caso a sus ideas y al diálogo como instrumento para resolver problemas, no pierdan ni un segundo ni un aliento con quienes montan una mentira paralela cuando la verdad no les gusta o conviene. Como muchos Estados hemos de convivir con pulsiones separatistas; respetemos las ideas y convivamos sin concesiones fuera de la ley y sin equívocos que animen a los egoístas y los confianzudos.