Gran parte de la oposición en Canarias consideró en su día que era una "indecencia" que el Gobierno canario apoyara una liga de eSports en los centros escolares. Veía intereses ocultos a favor de las empresas tras la apuesta por el mundo de los videojuegos. El mismo rechazo que se produce ahora en otra iniciativa con la Universidad de Las Palmas. Seguramente no habrá ninguna contradicción entre esas opiniones y el hecho de que Manuela Carmena esté apostando algunos millones de euros para transformar a Madrid en un centro estratégico de actividades ligadas a los eSports.

Los deportes electrónicos son un fenómeno social y un negocio de entretenimiento. La industria de los videojuegos mueve en España más de mil cuatrocientos millones al año, con dieciséis millones de usuarios. Los deportes en red tienen cinco millones de espectadores en España, casi doscientos millones en todo el mundo. Y siguen creciendo año tras año. La entrada de grandes empresas como Movistar, Vodafone u Orange al mundo de los eSports y la celebración de eventos multitudinarios, patrocinados por grandes marcas comerciales, está disparando la producción de contenidos y el consumo de videojuegos.

A todo este fenómeno se le dice en Canarias que no. Porque, fíjate tú, el daño que causa a los niños, todo el día colgados de la consola. Lo mismito que decían nuestros padres de las discotecas donde nos pervertíamos. A tenor de los argumentos manejados en las Islas, la alcaldesa Carmena le hace el juego a las multinacionales y tiene la poca vergüenza de usar dinero público para hacerles propaganda. Y además desprecia las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud sobre la adicción a los videojuegos con el mismo frío cinismo con que las pastelerías ignoran que el azúcar produce tantas muertes. Pasteles y consolas son los verdaderos enemigos de la vida moderna, como bien podrían haber gritado nuestros hoy sesenta y mañana setenta -dieta de engorde público- guardianes entre el centeno del Parlamento de Canarias.

A pesar de la meritoria lucha de los vigilantes de las esencias del pasado -el trompo, los boliches y el parchís- la realidad de estos puñeteros tiempos se impone. Cada día se venden más consolas y más videojuegos y hay más consumidores. Equipos como el PSG, Baskonia, Valencia, Manchester United, Ajax, Besiktas, Santos, FC Schalke, Génova o la Roma, entre otros, están creando sus propios equipos de videojuegos. Hasta el Real Madrid se ha sumado a los eSports. Y Manuela Carmena, la alcaldesa, que a pesar de sus muchos años tiene un cerebro joven y bastante mejor amueblado que muchos de sus compañeros de viaje, ha decidido que la capital de España se lleve el gato al agua de esa pujante industria.

En Canarias decidimos que no. Apostamos muy orgullosamente conservar intacta nuestra vetusta pelambrera de la dehesa provinciana. Gracias a nuestro anadeante Parlamento rechazamos caer en las garras del demonio virtual y apostaremos por convertirnos en la sede mundial del famoso y ancestral juego del palo. Con mucho orgullo patrio, qué carajo.