La oposición produce un éxtasis donde el espíritu se evade de la carne mortal y el político se sube a una columna moral, como Buñuel nos contó a su manera sobre Simón el Estilita, desde la que ve la solución de todas las cosas.

He escuchado a varios candidatos decir que arreglarán el problema de las colas de la sanidad pública y las de las autopistas y aumentarán el sueldo de los funcionarios y el número de maestros y de médicos y bajarán los impuestos a todo el mundo y conseguirán que las plataneras den dos piñas en vez de una, como dijo una vez un gobernador civil muy de península adentro.

Lo más hilarante de escuchar a todos estos vendedores de crecepelo es que parecen haber olvidado que casi todos ellos -o sus partidos- han pasado en algún momento por las responsabilidades de gobierno. Y resultó que cuando metimos sus siglas en la lavadora, la ropa salió con las mismas manchas que tiene ahora. Hubo algunos que gobernaron con todos los poderes y otros que lo hicieron en pacto, pero casi todos han puesto en algún momento las posaderas en el poder. Y que yo recuerde, las colas eran muy parecidas y los males que padecíamos bastante similares a los actuales. Por no decir peores.

Con el paso de los años uno ha terminado por descubrir que hay gente sensata y responsable en casi todos los partidos. Y también que, desgraciadamente, suele ser la que más trabaja y menos habla. Lo que más abunda es un nuevo tipo de personaje mediático, hombre o mujer de gatillo fácil y palabra vitriólica, capaz de lanzar dos o tres frases poderosas, denunciar dos o tres situaciones inaceptables y garantizar que con ellos todo eso se acabará en un suspiro. Y si logran un par de titulares se van satisfechos para casa con el trabajo bien hecho.

Cuando están en la oposición dicen que con ellos los panes crecerán en los árboles y la leche manará caudalosa de la tierra. Cuando están en el Gobierno solemos comprobar que no hay soluciones fáciles para los problemas complejos y que todo lo que escuchamos alguna vez sobre esas milagrosas soluciones eran cantos de sirena electoral. Puro cuento.

Los coches funcionan con gasolina. Tanta le pones, tanto caminas. Si quieres ir muy rápido gastarás más, pero llegarás antes. Si vas más lento, gastarás menos pero tardarás más en llegar. Lo que hace funcionar el motor de los servicios públicos en Canarias es dinero que viene de dos sitios: de nuestros propios bolsillos y de Madrid. El Gobierno peninsular, desde que está Pedro Sánchez, nos ha cerrado el grifo. O sea, de Madrid viene mucho menos. Hemos escapado porque recaudamos mucho más aquí por los impuestos al consumo que apoquinamos nosotros y quince millones de turistas. Los cantamañanas que prometen multiplicar los panes y los peces nos toman el pelo. Si no hay más pasta no habrá mejores servicios. Que digan de dónde la van a sacar.