Yo estoy por el PNV porque es muy práctico. Primero porque son vascos, que ya es un prestigio. Y luego porque están en todos los saraos. Da igual que gobierne Felipe González o José María Aznar. Exactamente igual. Ellos llegan al Congreso de los Diputados, siempre con cinco o seis escaños, se suben a la tribuna con cara de no romper un plato y terminan pasando el ídem para que los gobiernos y los partidos acaben mandando pasta por un tubo para el país con mayor renta del Estado. O sea, al revés del pepino de la lógica.

Los del PNV llevan gobernando desde que Franco era corneta. Y no sólo saben ordeñar por turnos al PP o al PSOE, sino que además son capaces de unirse con los canarios, con los catalanes o con quien sea, con tal de seguir en la pomada. Se cargaron al amigo Mariano, a pesar de que Aitor le pidió un tractor y le dio un parque móvil. Pero se olieron la tostada. Era mucho mejor poner a un Pedro Sánchez agradecido y prisionero de unos votos esenciales que al flemático registrador del PP, que todo se lo tomaba con demasiada paciencia. Así que le dieron una patada en el trasero.

El PSOE llegó al Gobierno y todo el mundo señalaba con el dedo a los independentistas catalanes. A Sánchez le cayó la del pulpo por aceptar una presidencia con los votos de partidos que se querían cargar el Estado español. Como si los vascos estuvieran en la hermandad de alféreces provisionales. Pero nada. Ellos siempre están ahí, como un partido compresa, que ni se mueve, ni se nota, ni traspasa. Siguen ahí, del rincón en el ángulo oscuro, poniendo la mano.

El Gobierno socialista completó traspasos de competencias, mandó a Euskadi el oro de Moscú y les inyectó inversiones a troche y moche. Pero con discreción. Sánchez, en cambio, se fue a Barcelona con alharacas para celebrar un Consejo de Ministros, les dio unas perritas en carreteras y se sacó de la chistera la figura del relator. Y le cayó la de Dios es Cristo por ceder ante los separatistas. Mientras, el PNV a la chita callando, sin perder la raya del peinado con gomina de sus portavoces parlamentarios, seguía amasando pasta.

Definitivamente el PNV es la caña. Tienen tele autonómica de verdad y han enseñado a la gente a hablar vasco a martillazos. Desde que acabaron con un terrorismo amamantado en el umbral de la tolerancia con lo inevitable, todo ha sido miel sobre hojuelas. Tuvieron un plan de independencia, pero se dieron cuenta de que no había prisa. Los vascos saben de agricultura y aún no está madura la cosa. Así que siguen ordeñando felizmente el cupo y sus fueros. Encima, con poco más de dos millones de habitantes, tienen cuatro equipos de fútbol entre los diez mejores de Primera División. El país más rico y más próspero del Estado. La pena es que aquí no se presentan los vascos. Mala suerte.