Exagerar es encarecer, traspasar los límites de los razonable, viene a decir la Real Academia Española (RAE). Traigo esta referencia porque últimamente estamos sufriendo una invasión de este concepto en diversos medios de comunicación, especialmente en audiovisuales, que, opino, desvirtúan la función informativa hasta llevar a la extenuación a los receptores. O como denominan en los medios anglosajones a esta función: pornografía emocional. Es decir, dar importancia superlativa a un suceso con atractivo morboso. Acabamos de soportar largos episodios de esta modalidad durante semanas. Consiste en informar y mantener el relato de un suceso en el que el o los protagonistas den sensación de dolor o penuria con difícil salida a una solución. Una fórmula de información continua que fomente ansiedad para mantener al receptor pendiente de forma casi permanente. Es el caso de los parricidas de Godella, en Valencia, o el del niño caído en un pozo de la localidad malagueña de Totalán. Pero estos son los últimos, los más recientes. Podemos recordar el persistente relato sobre los doce niños y su entrenador tailandeses integrantes de un equipo de fútbol que quedaron aislados en una cueva tras una excursión el 23 de junio de 2018 y en alguna medida las búsquedas del pequeño Gabriel, desaparecido hace ahora un año en la localidad almeriense de Las Hortichuelas, en Níjar; la de la joven Diana Quer, que no volvió a casa tras una fiesta en el verano gallego de 2016; o algo más lejano en el tiempo, el caso de Madeleine McCann, la niña británica de cuatro años hija de dos médicos de Leicester, que desapareció de un hotel de Praia de Luz, en el Algarve portugués en 2007 cuando se suponía que dormía en compañía de dos hermanos gemelos menores. Por supuesto que son casos dignos de la atención popular, que su conocimiento provoca una reacción de lástima para con las víctimas y la solidaridad hacia su entorno. Por supuesto que datos singulares de estos hechos estimulan la curiosidad de la gente. Pero en su mayoría entran dentro de los casos que se suscitan a diario. Según datos de organismos oficiales, en España desaparecen una media de 96 personas al día. No niego la importancia de los hechos ocurridos y su seguimiento. Los medios están precisamente para informar. Lo que ha sido excesivo es la insistente y continua conexión con el punto informativo, constatándose la falta de novedades sobre la investigación del suceso y el recurso a señalar datos colaterales sin apenas relevancia con el tema objeto de información (los centímetros avanzados en la excavación, la llegada de una nueva maquinaria o el menú del equipo que trabajaba en la investigación en Totalán, la vida de los padres de los niños de Godella, su errática trayectoria vital?). La situación era penosa por la desaparición del pequeño Julen pero la continua conexión con el lugar de los hechos, con la correspondiente falta de novedades que justificasen esa conexión, lo que hacía era aumentar la desesperación de la familia, fomentaba su ansiedad y agudizaba la posible frustración de los investigadores a la vez que una desesperanza en familiares y espectadores. Todo un cúmulo de ingredientes para prorrogar la información y convertirla en espectáculo. Igual ocurre con el caso valenciano. Además, existe distinción entre unos casos y otros. La pornografía emocional suele tener unos fines. Los familiares de uno de los niños desaparecidos incidían en la situación económica de cada caso, aunque no parece que sea ese el principal motivo de la insistencia informativa de los casos recientes y más populares. Más bien parece que la razón principal se encuentra en la morbosidad de la situación en el momento del suceso. Isabel García, madre de Josué Monge, desaparecido en Sevilla en 2006 cuando tenía 13 años, lo tenía bastante claro: "Duele ver cómo a unas familias se les hace todo el caso del mundo y a otras nos tienen abandonadas. A mí me han llevado un par de veces a televisión y me han dejado hablar un minuto, lo único que querían era explotar mi dolor. Yo estoy sola en esta lucha", llegó a declarar públicamente.