Un viejo y sabio político uruguayo decía que no se debe hacer nunca en el ámbito privado lo que no se pueda defender en el público. Es un buen consejo que no ha perdido vigencia, aunque la modernidad política se lo pase por el forro de los cojines del sofá.

El presidente in péctore, Pedro Sánchez, anunció que no negociaría un pacto de investidura hasta que no pasaran las elecciones autonómicas y locales. Hace muy poco se decía que los acuerdos entre partidos tenían que hacerse con luz y taquígrafos. Pero la luz se ha puesto tan cara que es mejor negociar los repartos de poder a la dulce, fresca y confortable sombra de la oscuridad.

Sin embargo, el esfuerzo inútil conduce a la melancolía. La presión mediática hace imposible aguantar mucho tiempo sin ofrecer un pedazo de carne sangrante a los titulares. Donde no crece la flor de la noticia acaba brotando la mala hierba del rumor. Y hay que ser muy breva para pensar que en todo un largo mes electoral se puede guardar un secreto.

Las negociaciones ya han empezado. Pero en pura coherencia con un país dividido en dos, cada bloque negociará solamente consigo mismo. Y en este caso, sólo se puede formar mayoría en la zona de la izquierda aunque Pedro Sánchez cumpla con la formalidad de celebrar entrevistas con todos los líderes parlamentarios, excepto con Santiago Abascal, naturalmente. (Esta semana, la dirigente de Compromís, Mónica Oltra, afirmaba que la extrema derecha -o sea Vox- no admite la democracia y las opiniones discrepantes y que por eso hay que aislarla y extinguirla. O sea, que Oltra propone acabar, aislar y extinguir a quien no piensa lo mismo que ella con la excusa de que ellos no admiten la discrepancia. Si no fuera tristemente real parecería un diálogo de una película de los hermanos Marx).

El entendimiento entre PSOE y Ciudadanos parece imposible. Albert Rivera tiene muchísimo que ganar manteniéndose en la oposición y esperando al desgaste de Sánchez con las medidas impopulares que va a tener que adoptar el líder socialista en los próximos tres años: el plan de estabilidad remitido a Bruselas adelanta el un aumento de la recaudación fiscal de 26.000 millones de euros. Agárrense los bolsillos.

Lo previsible, por lo tanto, es que Pedro Sánchez busque un acuerdo por la izquierda. ¿Y cómo ha empezado? ¿Ofreciendo un Gobierno de coalición? Pues no, ni muchísimo menos. Y he ahí la primera gran sorpresa.

Para Podemos, Pedro Sánchez es un demócrata blandito que necesita la compañía de Pablo Iglesias en el Consejo de Ministras, Ministros y Ministres para vigilar que sus decisiones no terminen manipuladas por el perverso poder de los mercados y la banca. Pero la izquierda fofisana ha tenido un chispazo de inteligencia negociadora. La primera posición del PSOE ha sido decirle públicamente a Podemos que necesitan el apoyo de la izquierda verdadera... pero desde fuera del Gobierno.

Ha sido como clavarle a Pablo Iglesias unas banderillas en los belfos. Porque a pesar de tanta demagogia; de tanto hablar despectivamente sobre el reparto de sillones, los líderes de Unidas Podemos quieren tocar poder y pisar moqueta. Y déjate de rollos. Si el PSOE pide apoyo desde fuera a un Gobierno exclusivamente socialista, situará a Pablo Iglesias y sus confluencias en una situación francamente incómoda. ¿Se va a negar a votar a favor de un gobierno progresista frente a la derecha cavernícola? Pues sí. Claro que se va a negar.

El carnaval se está acabando. Fuera los disfraces. Unidas Podemos quiere sillas, quiere carteras, quiere ministerios y quiere poder. Y tendrá que decirlo con todas las palabras, abandonando el mismo falso discurso de cartón piedra que enterró Pablo Iglesias con su tránsito desde el pisito de Vallecas al chalé de Galapagar.

No sé si esta posición negociadora de los socialistas, que Pablo Iglesias ha calificado de "autoritaria y arrogante", es sólo una primera estación de tránsito en las conversaciones. Pero desde luego es muy inteligente. Obliga a la izquierda verdadera a bajar al barro de la casta.

En las próximas semanas veremos los escarceos prenupciales. Pero los postureos guardarán las formas, porque nadie quiere meter la pata antes de las elecciones autonómicas y locales. Y solo eso lo dice casi todo. "¡Luz, más luz!", dice la leyenda que gritó Goethe antes de morir a oscuras.